Hay un
tipo de justicia que nos agrada que se aplique, es la “justicia poética”.
La justicia
poética es aquella en la que el malvado se cocina en su propia salsa, o acaba
recibiendo una cucharada de su propia medicina. Porque en la vida real no
siempre se hace justicia verdadera, más, en la literatura y la poesía se podrá
conseguir.
En tiempos
difíciles las personas siempre buscamos culpables por la situación que se vive,
y llegamos a despreciar con mucha facilidad a quienes se acostumbran a atentar contra
nuestra economía.
Pero existe
un peligro real de convertirnos en los villanos, como agentes violentos por
falta de respuestas a nuestras preguntas.
Los consumidores
estamos saturados por los altos precios de los productos, mientras los comerciantes
se llenan de escusas pendejas tales como; el dólar, la gasolina, la guerra y
toda clase de mentiras, aunque los productos sean locales, pero su codicia se
va a convertir en su propia ruina.
La
justicia poética nos ofrece esperanzas en un mundo en donde no existe la justicia.
Pocas
cosas nos alegran tanto como saber y ver que triunfa la verdad sobre la
mentira, y que los malos se tropiezan y caen. Pues, todos sabemos que la “justicia
del hombre” es ciega, muda y paquidérmica. En donde abundan los favoritismos,
las estratagemas que rozan la ilegalidad e incluso los errores que no repara el
tiempo.
Nuestro
ser interior experimenta un profundo placer cuando, de pronto, acontecen hechos
en donde los malos caen en sus propias trampas, “sentimos un fresquito” cuando a
estos personajes se les devuelve la cauchera contra su rostro… eso nos
satisface y nos tranquiliza.
Porque,
nadie es inmune al sufrimiento, a los golpes de la vida y a las tragedias en
cualquiera de sus formas, y debido a la falta de verdadera justicia, todos somos
proclives a la injustica. Por lo que: La maldad siempre debería ser castigada
en proporción al acto cometido, y el bien debería triunfar y ser reconocido,
igual que la bondad y el heroísmo.
Aunque
a la verdad, debemos aprender a quitarnos las “gafas del trauma” de tal forma
que podamos vivir en libertad, sin la necesidad de alegrarnos por el “mal ajeno”.
Pues la
sangre que derraman las personas que sufren no es maquillaje, ni está hecha de
poesía. Y, “no todos los poetas son sabios”.
JoseFercho ZamPer.
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