Comencemos desde cero:
Nosotros
vivimos en un mundo lleno de basura china, objetos inservibles, con funciones
que no funcionan, las cuales arrojamos todos los días, formando grandes existencias
de antimateria creando así, un abismo de la nada con cara de muerte.
“El hombre
ara su propia muerte”. Nos atenazan la angustia y el miedo, los temores nos
acosan cada día, pero nuestra respuesta de vida es violencia contra la vida.
¿Cómo poder encarar
la inseguridad dentro de nosotros?
Si el hombre
deja de seducir la muerte, generando vida, sin la mediocridad que da el mundo, y
con gallardía deja su individualismo o egoísmo, entonces será dueño de su propia
vida.
Somos víctimas
de nuestros propios inventos, damos pinceladas de barniz a lo que está podrido,
para no ver la realidad, porque no queremos reconocer nuestra debilidad.
Lo cierto es
que, hasta no aceptar que somos solo un Ser en el tiempo, nos la pasaremos en
una maratón hacia el laberinto.
Con arrogancia
decimos poseer “la sabiduría del filósofo”, pero en realidad estamos hartos de la
torpeza de este mundo.
Obnubilados por
los secretos del pensamiento, hambrientos de la sabiduría oculta, ensayamos con
lenguajes inentendibles, tratando de asir de los cuernos a cuanto cornudo por
las ideas para hacerlos nuestros amantes.
La violencia
de las ideas, trastoca los valores de la mente, la seducción de lo enfermizo ronda
las alambradas del alma sin saber lo que es.
El que está
y vive en este mundo, es al único que le importa su ser, es éste quien está enfrentado
a lo absurdo del mundo.
La libertad
del ser, nos hace fructificar en abundancia, esto no lo ha entendido nadie.
La mayoría,
solo descuartizamos las ideas, acomodándolas a nuestro entender, ya que en él
se incuba el germen del anti humanismo y el narcicismo del indocto.
Con esa
retórica tan descabellada, quien piensa a lo grande yerra a lo grande, nos enredamos
en defensa de lo indefendible, pues quien intenta habitar en el pensamiento de otro,
tiene que abandonar sus propios pensamientos.
Este es el
tipo de hombre que se cree sin culpa ni responsabilidad para con los demás, aptos
para dominar.
Escuderos de
sabios y entendidos, al cuidado de sí mismos, maestros en el arte del buen vivir
y del aprecio por su propia persona, más oscuros que la noche, son aquellos con
deseos de adulación por su existir.
En sus negros
deseos, consignan el entusiasmo por servir, muchos aluden a las circunstancias
políticas el triunfo o fracaso de la nación, para nada son explícitos, todo lo
dejan expuesto al destino o a los demás.
Como el filósofo,
con más preguntas que respuestas, el gran maestro deslumbra a sus alumnos, y
con palabras impronunciables se dice lo indecible.
Una verdadera
“revolución del espíritu” jamás desfallece ante las dificultades de la vida.
Pero muchos
hombres grandes, solo poseen un “pequeño yo”, por demás, marchito frente a los
demás.
Si
conociéramos el gran peligro que se avecina, ante la indiferente mirada de
quienes se esfuman frente a la necesidad de tomar las riendas y asumir con
responsabilidad las obligaciones con respecto de los demás y del mundo mismo.
Las
proclamas populistas de los políticos, nada tienen que ver con las necesidades
del pueblo. Mucho menos con la “cultura” que decían fomentar en “el pueblo”. Creer
en un gobierno ideal, es una utopía, una paradoja.
En este
mundo se ha impuesto la “mediocridad”, la
sabiduría es inútil, está muerta, todo lo ha sustituido la política, quienes son los “nuevos dioses” del pueblo,
esa masa inerte, incapaz de ser por sí mismos. ¡Viva la mediocridad y el
ruido!” Ese es su gran logro, y los nuevos ideales son, hacerse ricos a
costillas del pobre.
El pueblo está
desquiciado, ha dejado de pensar para hacer lo que les mandan sus amos. Hemos vuelto
a la esclavitud, pero ahora es peor, pues es la mente la que está sujeta al
amo. Poseemos un saber sin provecho, como si ya no hubiera nada más que hacer
por la vida, pues vivimos confundidos creyendo que somos alguien.
Los políticos
han avalado toda clase de tiranías, la tiranía ha sobrevivido. Este problema es
tan viejo como la creación misma. Solo gobiernan para los pocos, y extraños amigos
que tienen.
El amor
conduce a la locura, una muy difícil de controlar, sobre todo cuando hay una
completa ausencia de compromiso.
Vaya, todo
esto no es más que un vago predicamento de un pensador aburrido, en un silencio
sepulcral con su propia conciencia encerrada en sí misma.
Donde conseguir el fundamento que estamos necesitando,
el verdadero pensar.
Pareciera que
hemos dejado de pensar, o más exactamente, hemos olvidado pensar.
Es una época
en que la seudociencia ha matado el pensar, a su vez el propio ser humano ha
perdido su significado, su verdadero sentido. Todo está ya pensado para el
hombre, no hay necesidad de pensar, todo ya está hecho.
Hay que
volver a ser, desde la sabiduría, para que el hombre recobre su plenitud.
JoseFercho ZamPer
Mayo 29 de 2016
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