Esta
es la vida de una mujer, que sin pensarlo, ni desearlo, resulto involucrada en
un mundo tan agreste y salvaje, que n i de día ni de noche tenia paz en su
alma.
Manuela
la llamaban, pero su nombre era otro, aunque nadie lo conocía. De recién
nacida, comenzó su tragedia, nadie la esperaba, mucho menos desearla. Su
llegada le daño el caminado a su madre, al menos eso era lo que murmuraba con
tristeza.
Manuela
nunca conoció su verdadera origen, nunca tuvo una madre que la acogiera en sus
brazos, ni un padre para que le enseñara a amar. Durante su infancia se paso de
casa en casa, donde ya había niños, más no quien los amara.
Pasó
años en medio de la tristeza y el abandono, viviendo en medio de la pobreza y
la soledad, no aprendió más sino a odiar. Solo conoció el rechazo y menosprecio
de sus casi parientes. A los seis años de vida ya era conocedora de toda clase
de vejámenes y atropellos, solo le ofrecían trabajos sin salario, y exigencias por
montón.
Abandonada
por sus padres, se preguntaba ¿porqué me niegan el derecho a tener un padre y
una madre? Sin hermanos con quien jugar, ni primos a su alrededor, la tristeza
y la soledad, eran sus mejores compañeras de juego, y eso cuando le daban algún
descanso.
Eso
sí, era muy avispada e inteligente, le decían “la avispa”, por lo chiquita pero
picosa. Rápido aprendió a odiar a la madre de los niños con quienes no podía
jugar. Era la forma de desquitarse de su madre.
A
sus siete añitos, se volvió dura y malgeniada, solo buscaba la manera de huir
del hogar donde la habían abandonado, en donde lo más que vivió fue dolor y
lágrimas. Así fue como una noche fría y oscura, se marchó de allí, sin rumbo
fijo ni dirección.
Al
día siguiente, después de muchos tropiezos y caídas, llegó a una ciudad, la
cual describe como brillante y bulliciosa, con gente amable y cariñosa. Donde
la exigencia era muy alta, para tratar de vivir allí, mas ella se dijo; aquí
hay que hacer lo que sea para sobrevivir.
Se
le acercaron personas de mala reputación, brindándole oportunidades de trabajo,
gentes mala cara, amigos de lo ajeno, sin respeto por los demás, mucho menos
decencia, esas personas fueron sus primeras amistades y maestros de la vida en
sociedad.
En
ella, iban creciendo, el odio y la amargura, el desamor y la tristeza. Allí
aprendió a llorar por dentro y a fingir sonrisas, a vivir bajo un puente y a
dormir sobre cartones y arroparse con periódicos viejos. Aquí se dio cuenta,
que no era nadie.
Se
volvió una delincuente, robaba para comer, jugaba toda clase de juegos, unas
ganaba, otras perdía, se refugió en el licor, con solo once años ya era
alcohólica. Buscaba problemas a toda hora, y ellos la encontraban, buscando
morir conoció la cárcel, donde pasó cuatro largos años, en un amargo dolor y
sufrimiento. Allí se le fue acrecentando el deseo de venganza; un día
cualquiera le dieron la noticia de que quedaba en libertad, y sintió el frio de
la soledad, pues ya se había acostumbrado a los compañeros, se sentía parte de
algo, y pensar en volver a las calles la asustó demasiado.
Muy
pronto volvió al reclusorio, pues pensaba en la comida y el techo que la
cobijaban y en los amigos que había hecho, le fue muy fácil mantenerse
encerrada, pues cada que salía, volvía a delinquir para que la volviesen a
encerrar.
Al
ser mayor de edad, salió del reclusorio que era para menores, entonces volvió a
las calles, su antiguo hogar. La situación la obligó a meterse en la
prostitución, siempre con el temor de embarazarse, para evitar traer hijos al
mundo a sufrir. Este oficio la acabo de hundir en la desolación y la depresión,
un buen día despertó en un hospital.
Ahí
en el hospital, hallo gracia a los ojos de un médico, quien le ofreció ayuda al
momento de salir, a lo que ella contestó; no creo que alguien me pueda ayudar,
mi vida es tan difícil, que no creo que alguien lo pueda hacer.
Estaba
tan enmarcada en su pobre realidad, que no podía imaginarse algo mejor para
ella, no le cabía en su cabeza que un médico la pudiese ayudar, pensaba que tal
ayuda le causaría peores complicaciones que estar en la calle; “no podía
imaginarse algo mejor para ella”.
Al
poco tiempo estaba de vuelta en las calles, al sol y al agua, huyendo de buenos
y malos, en brazos de uno y otro, buscando consuelo y tranquilidad. Cansada de
esa ruin vida, quiso cambiar, se cambió a otro sector de la ciudad, buscó en
que trabajar, solo encontró oficios en las calles, como hacer mandados, llevar
y traer cosas, pero siempre en las calles, ya que la gente no le tenía
confianza, su aspecto no lo ofrecía.
Aunque
la gran sociedad brilla por fuera con sus joyas y vestidos, por dentro son solo
cofres vacios e insatisfechos, por lo que buscan humillar a quien pueden,
tratando de sentirse mejor. Da tristeza ver su desdicha.
Para
manuela, el amor era menos que una caricatura, las experiencias vividas no le
daban para sentir algo mejor. Cada que alguien le ofrecía amor, salía
perjudicada, maltratada, o desilusionada.
De
repente, un día mientras huía de la policía, se escondió dentro de una iglesia
cristiana, la prédica se trataba sobre el amor de Dios por la humanidad, decían
que Dios era un padre, amoroso y tierno, esto la entusiasmo, al punto que
continuo hiendo a los servicios.
Pero
los conflictos la perseguían y no la dejaban tranquila, inicio así una nueva
batalla en su corazón, al punto de querer dejar la iglesia y volverse a las
calles.
Por
falta de trabajo y sin ayuda para sobrevivir, se puso a reflexionar acerca de
lo que hacía o dejaba de hacer para entender en que forma su situación influía
en la vida de los demás.
Alcance
a vislumbrar que el ser humano debe ser muy responsable, tanto de lo que dice,
como de lo que hace. Nos necesitamos mutuamente para no sentirnos solos.
La
vida del ser humano suele ser un laberinto, damos vueltas y vueltas buscando una
supuesta felicidad, pero en las cosas materiales y en los placeres mundanos,
pero estos no nos llevan a ningún lado.
Parece
que en vez de salir del círculo vicioso, nos vamos hundiendo más y más en ese laberinto
infinito y sin salida.
En
nosotros hay muchas preguntas sin respuesta, rondándonos la mente y llevándonos
hasta el desespero; ¿Quién soy?, ¿Qué voy a hacer?, ¿Cuál es mi profesión?,
¿Qué dará sentido a mi vida?
Ya
es hora de pensar en las cosas que en verdad llenen nuestra vida, y dejarnos de
dar vueltas y vueltas con todo lo que nos daña, es momento de parar y
reaccionar frente a lo que estamos haciendo.
Pero,
¿Cuál es el camino a seguir?
Arriesga
un poco más, e intenta otro camino, pero busca siempre caminos que te lleven al
bien, a servir, a ser mejor persona, a crecer en amor y paz.
Andamos
llenos de miedo, y ahuyentamos a las personas a nuestro rededor, a los amigos y
familia.
En
realidad, nadie sabe entender la vida, solo se entiende viviendo, pero poco a
poco llegaremos a saberlo.
Ama,
sirve, ríe, llora, baila, canta, has todo lo que este a tu alcance hacer, pero
que siempre sea bueno, que sea todo aquello que te haga realmente feliz; pero
hazlo de verdad, con el corazón.
Las
malas decisiones nos llevan por caminos errados y nos encierran entre barrotes
sin fin, nos da miedo dar vuelta atrás y volver a empezar. Entonces los miedos,
las obsesiones, las dudas, las preocupaciones, nos complican la vida.
Caminamos
en círculo, pero atados a un mismo punto. Quizás no seamos conscientes, pero
estamos cometiendo los mismos errores una y otra vez.
Todos
tenemos miedo de enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestros temores, a la soledad,
a todo lo que nos daña, que invaden nuestra vida y nos paraliza.
Si
perseveras, un día se te abrirá la
puerta correcta, y podrás salir del laberinto.
JoseFercho ZamPer
No hay comentarios.:
Publicar un comentario