En
1781 escuché el grito de rebelión de las sufridas gentes del Socorro y sus
alrededores.
Mamados
ya, de los excesivos abusos y desmanes de muchos funcionarios del gobierno de
turno, se arrecharon y decidieron protestar de manera enérgica contra tantos
atropellos de las autoridades.
Este
movimiento no encontró ninguna solución a sus problemas en ese momento, excepto
que los mataran y los volviesen pedazos. Pero a la postre, pasados 38 años, el
7 de agosto de 1819, se vio, y con gran entusiasmo, la esclavitud culminó
gloriosamente en la batalla de Boyacá.
Este
suceso histórico, que comenzó mucho antes del 16 de marzo en el Socorro, nunca
va a terminar. ¿Porqué? Se preguntará, sencillo; porque siempre habrá razones
suficientes para abusar de los demás y esclavizar a cuanto esclavo de sus
propias ideas y conceptos haya en este mundo. Nada extraño, ¿verdad? La salud
mental de las almas perdidas, siempre serán presa fácil de cuanto avión
rastrero este a la caza de ellas.
Es
realmente triste tener que reconocer que hemos vivido engañados con el cuento
de la libertad, es para sentarse a meditar y a llorar.
La
libertad ha sido profanada, está en verdadero peligro de esclavitud, nada falta
para que todos seamos unos meros borregos atrapados de las narices, rumbo al
matadero. El desorden y el abandono de la justicia, de la obediencia y de la
fidelidad a Dios, como al prójimo, me ponen en la necesidad de hablar con toda
la parcialidad posible, pero a favor de la verdad.
Este
pueblo tiene una constitución tan digna de aplausos, que nadie conoce, y mucho
menos respeta, muy a pesar de lo que afirman. Muchos insisten que los
funcionarios del gobierno merecen la veneración, respeto y obediencia debidas
al soberano, y que los tributos cobrados al pueblo, les pertenece.
Los
comuneros, creyendo en la buena fe de los comprometidos en dicho pacto, comenzaron
el retorno a sus respectivos lugares. El arzobispo y los frailes pacificadores
partieron juntos de Santafé el 25 de julio para El Socorro.
“En
medio de la pobreza y la agonía pretenden sosegarnos a fuerza de misiones, será
que es muy justo que, con voz sumisa, nos roben hasta la camisa”. O que es
lícito robar con capa real, y hacernos sentir culpa como de pecado mortal.
El
vacío de poder, acrecentado por la injusticia y la falta de credibilidad de los
gobernantes de las naciones, trata de subsanarse con represión a los pueblos.
Bajo
juramento sobre los cuatro Evangelios, se han expresado muchas palabras, y
hecho muchos tratados y pactos, que a la postre resultan “chimbos”. Este fue el
caso de las capitulaciones de 1781, así como de muchísimas otras estratagemas y
triquiñuelas realizadas por muchos gobiernos, dejando luego “mamando” al atolondrado
pueblo.
¿Acaso
hay alguna libertad? ¿No estamos igualmente presos de nuestra propia libertad?
Pobre
Bolívar, cuantas vidas sacrificadas para que hoy nos quieran tramar con meros
cuentos “chinos”.
Con
sombras de dolor derramo mi espíritu, en este glorioso día de libertad, para
decir que vivimos en un santuario para delincuentes, sin podernos defender de
los insultos, menos de los ataques a nuestra propia libertad interior, en este tiempo
de confusión convivimos con la violencia tratando de apocar su furia, para
reducirla a tranquilidad.
La
idea de que los derechos del hombre nos traen justicia y equidad por sí solos, es
solo un espejismo, porque los enemigos de la paz, acostumbrados a pescar en
agua turbia, agitan cada día al horror, para así aprovecharse de la ignorancia
de los pueblos y seducirles con un marketing sacrílego y conducirlos a tan
lastimosos y contrarios principios de la paz.
No
es mi ánimo alterar las pasiones peligrosas de aquellos que construyen
temeridades por medio de las campañas de conveniencia, dividiendo los tumultos
y convenciendo partidarios de causas perdidas, para obtener su amor y lealtad.
Al
contrario, quiero incomodar y molestar hasta sacarle la “piedra” a todo aquel
que se siente tan cómodo en este mundo, que se acercan a los demás, solo a contemplarse
a sí mismos. Llevando consigo una sublevación tan despechada que, su pecho es
campo angosto para las lágrimas de dolor, como si no fluyese sangre en su
corazón.
Ya
que con celo religioso procuramos la salvación de las almas, esforcémonos por dejar
impreso en sus corazones la verdad, la fidelidad, la obediencia y la paz; mas no,
nuestras creencias que están más ocultas que un cáncer contagioso que todo lo oscurece.
Socorro
Santander, agosto 7 de 2019.
JoseFercho ZamPer
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