Unos
extraterrestres buena gente salen perjudicados por los humanos.
Alguien en un
planeta de un sistema solar muy lejano, escuchó una señal de radio muy débil la
cual pudo captar con su equipo sofisticado de comunicaciones interplanetarias que
tenía en su garaje para sus tardes de ocio y cultura.
Estos seres
eran una raza muy avanzada en tecnología y a nivel social, con un coeficiente
intelectual muy superior al nuestro. Son criaturas distintas a los humanos, de
caras largas y piel gruesa, contextura delgada y muy agiles para escabullirse.
Dicha señal provenía
de una distancia muy remota a ellos, más al darla a conocer a los jefes de
dicha civilización, les fue de gran interés saber de dónde venía, y que querrían
sus emisores. Entonces, decidieron investigar dicha señal. Pero cometieron el
error de venir a explorar la tierra.
Como en todas
las aventuras espaciales, fue necesario planear y programar toda la expedición.
Conociendo ellos la distancia a recorrer, llenaron full sus tanques, aprovisionaron
la comida y bebida para el camino, en fin, cargaron muy bien sus naves.
Entre más se
acercaban a la Tierra la señal se iba desapareciendo, el problema era que la
señal enviada desde la tierra era demasiado antigua y ya se habían desmotado
los equipos de emisión de esa señal. Por tanto, tuvieron que llegar orientados
por GPS celestial; lo cierto es que llegaron.
Su primer
encuentro con los humanos fue con un grupo de campesinos en una región agreste de
un punto en el mapa llamado, Santander Colombia.
Tales campesinos
al ver la luz que bajaba del cielo en medio de la noche fueron a averiguar qué
pasaba. Estas personas fueron saliendo de sus casas uno a uno en esta vereda,
hasta formar un buen equipo de exploradores. Con mucho sigilo llegaron hasta el
lugar donde aterrizo la nave. Se encontraron con esos personajes todos raros,
pero de muy buen carácter.
Los lugareños
saludaron diciendo; ole pingos, ustedes que hacen por aquí, mano. Qué se les
perdió por estos lados, cual es la joda, mano. Los visitantes al instante
consultaron su traductor de idiomas, pero no hallaban como comunicarse, o,
mejor dicho, que palabras usar para responder a tan extraño lenguaje.
Sin embargo,
de manera civilizada, se presentaron y explicaron su presencia en estos
paisajes, explicaron lo de la señal captada en casa, y su propósito al venir en
busca de respuestas, y el deseo de conocer y aprender sobre la Tierra y sus habitantes.
Los terrícolas,
al ver tal comportamiento quedaron boquiabiertos, más asustados que antes,
porque esperaban algo muy distinto y distante. Entonces guardaron sus machetes
diciendo, “machete tate en tu vaina”. Los acogieron con recelo pensando, cuando
estos berracos nos engullan es sus fauces.
Los “Raros” así
los llamaron los humanos, luego de un par de días tratando de conocerse aprendían
tanto el uno como el otro, algo de sus orígenes pasados. Los “Raros” estaban maravillados
con lo que veían sus grandes ojos, animales y plantas viviendo todos juntos con
los humanos, supuestamente sin hacerse daño.
Sin embargo,
los problemas llegaron, los “Raros” sintieron hambre, y no sabían a qué echarle
mano. Trataron de comer plantas, animales o humanos, pero no sabían cómo prepararlos.
Ante tal dilema, los paisanos se preocuparon.
Aun sin
conocerlos, empezaron a rechazarlos, se reunieron para analizar cómo afrontarlos.
Dialogaron con unos y otros, en busca de que darles para comer sin salir
perjudicados. Y sin conocer sus costumbres ni de que se alimentaban, les mostraban
lo que en la región había con el deseo de que algo allí les ayudara a la dieta de
los “Raros”.
Poco a poco
la tensión del hambre ponía en alerta a las posibles víctimas de los “Raros”, pero
investigando con esmero los Extraños aprendieron a elaborar sus propios
bocados, con la flora y la fauna de estas tierras agrestes de una región casi desértica
en el cañón de las ardientes arenas del “hilo de plata en noches de luna llena”.
Pero,
problemas siempre los hay, en la capital habían detectado la señal de las naves
al bajar, y siempre los humanos están pensando en invasiones al azar, al ver
que pasaban los días y nadie decía nada por allá, hicieron una visita hostil a
dicho lugar.
Ya los unos
y los otros reunidos en dicho lugar, no se ponían de acuerdo en qué actitud
tomar, pues los lugareños habían establecido algo de amistad con aquellos
bichos “Raros” que les querían ayudar. El problema fueron los que llegaron a su
orden implantar.
Desconfiados
como siempre a la fuerza se los querían llevar, para estudiarlos y examinarlos
hasta hacerlos confesar, de sus planes y proyectos en la tierra comenzar.
Los campesinos
se ofrecieron a, con los “Raros” conversar, sobre tales temas de invasiones o de
la tierra esclavizar. Pero todos temerosos de lo que pudiese pasar.
Después de
muchos alegatos en distintas lenguas humanas ninguno entendía nada, los militares
amenazaban a los alienígenas apresar, los campesinos emberracados sus machetes
volvieron a sacar, se armó severa trifulca, agresiones a diestra y siniestra, a
todos les fue mal. Los “Raros” se marcharon rumbo para su hogar, con el rabo
entre las piernas adoloridos por la “planera” que les dieron con los machetes los
labriegos del lugar. Igual suerte tuvo las autoridades quienes corrieron espantados
por los montes y pedregales cuando a piedra y machete los querían acorralar,
por invadirle sus tierras sin tener autoridad.
El parecer de
los que saben siempre ha sido y será, pelearse por el dominio de la tierra y de
todo lo demás. Sin importar lo que los otros desean o anhelan para saciar su
necesidad.
Pobre de
aquellos pingos que vengan de otros planetas a la tierra, aquí con seguridad
que les irá muy mal, todos les caerán encima, a quitarle lo que traigan, sus
naves, sus pertenencias y hasta el cerebro para extraerle las ideas y todo lo
que puedan dar.
Los humanos
somos como las IA, sin emociones ni sentimientos y sin ganas de ayudar, pero con
un apetito voraz de todo querer devorar.
JoseFercho ZamPer.
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