Cuando era niño, pasaban por aquí muchos campesinos arriando sus mulas
y ganados para ir al mercado del pueblo. Después de convertir los caminos en carreteras,
a la gente sólo le gusta andar en carro.
El caminante, es un emprendedor,
un incansable soñador, un ecologista por naturaleza, es un buscador de salud,
vida.
El caminante es alguien a quien
le agrada el aire fresco, con un espíritu libre y aventurero. Es una persona a
la que no le gusta ver a la gente sentada en las bancas del parque, quejándose
de sus dolencias y de lo malo del gobierno, pero sin hacer nada al respecto.
Es una persona que se exige algo
más, que usa su tiempo libre para hacer actividades más interesantes que el
común de las gentes. Es una persona dedicada a buscarle soluciones al problema
de la salud, al sedentarismo, y también a la falta de caminos aptos para sus
andanzas.
El caminante es una persona que
no se cansa de alcanzar imposibles, de escalar montes y riscos tan empinados
como sus sueños de ver un país verde y en paz.
El caminante rechaza esa actitud de
algunos que se quejan de sus dolores esperando compasión, de aquellos que no se
exigen ningún esfuerzo con tal de alcanzar remedio a sus males.
Acabamos nuestros cafés y continuamos la caminata. Cruzamos una cañada
y luego nos encontramos con las ruinas de una antigua posada a la orilla del
camino en los límites del poblado. La vegetación ya chamuscada por el sol y la lluvia,
la habían destruido por dentro y por fuera, era inhabitable.
Es inútil tratar de engañarme – me dije- reconozco que tengo tensión y
miedo.
Sentía una extraña sensación al pasar por allí, era como si me
estuviesen observando desde dentro de las ruinas aquellas. Perdí la noción del
tiempo, por un instante me vi en medio de un paraje desolador y tenebroso, era como si la misma muerte
estuviera rondándome. Alguien dentro de mí me decía –despierta- tal vez era la
vozde mi ángel guardián.
Me quedé atónito durante unos instantes interminables. Sentí experimentar
la fuerza de lo desconocido atrayéndome hacia las ruinas de esa casa, como si
una aspiradora me succionara.
Me aferré violentamente a mi poca y escasa fe, y grité con todas mis
fuerzas mentales y espirituales. ¡Miedo, fuera de mí! Al instante despertó mi ser interior.
En una fracción de segundo, viví varios años de mi pasado, sentí mi
corazón como el viejo motor diesel del trapiche de la finca de mi bisabuelo,
sentí desmayarme.
Estoy llegando al final de “la
mitad de mi vida”, y aun no he hecho lo que en verdad me agrada, pero ya estoy “tan
rodeado por la muerte”, que ésta puede poner su mano sobre mí en cualquier
momento. Por tal razón, debo ganarle de mano y dar un paso adelante con tal
astucia, que no pueda alcanzarme sino hasta el final de mi otra mitad de vida
que me resta vivir en este mundo.
No sirve de nada correr, es mejor ir poco a poco para poder llegar con
alientos a casa. Lentamente, mi corazón se desaceleraba.
Ya he recargado mi lámpara con
suficiente alcohol carburante, como para seguirme alumbrando por muchas noches
de desvelos y de grandes sueños.
Creo ya haber pasado la prueba de
fuego de mi vida, los dolorosos padecimientos no me han doblegado todavía. Es más, me he comenzado a sentir más alegre y optimista que en toda mi vida pasada.
Es algo absurdo, pero el miedo nos causa mucho más daño que los
espantos que se nos atraviesan por el camino. En el caminar de la vida hay muchas
cosas que nos suceden y no las podemos entender, por lo que es necesario que el
amor nos guie a lugar seguro.
Durante muchos años he llevado
una vida errante, yendo del tumbo al tambo, llevándome a una existencia casi
vegetativa, con vida y sin ganas, con fuerzas y sin alientos, siendo meramente
un casi humano.
Hombre de un romanticismo
irracional, quien pensaba en “ser el compañero ideal”, en no decepcionar al
otro, ya que esto debe ser algo horrible y terrible.
El caminante es alguien muy humano,
aunque en él hay un toque de misterio, su conversar es tan agradable como su
compañía.
Su propia sombra dialoga con sus pensamientos
durante las largas y solitarias jornadas, dándole así forma a las ideas que le
dan vueltas en su cabeza.
Es un contrasentido de la cultura
y de la vida en este país, las personas no tienen tiempo para hacer ejercicio,
para caminar, ni para cuidarse en salud; se come de la peor manera posible,
viven estresados todo el tiempo, le roban tiempo a su tiempo, y aun así, no hay
tiempo ni para alimentarles bien, mucho menos para ser felices. En realidad se
le concede poco valor a la vida, y se expone al peligro a causa de la ambición.
Por consiguiente, para que la vida
no pierda su valor, hay necesidad de cambiar muchas de nuestras viejas maniobras
y establecer un comportamiento más humano y leal consigo mismo.
¡Hombre! ¿Para qué te sirve tanta
vanidad si vas a terminar humillado por tus propios males?
Por falta de tiempo para sí mismos,
vamos perdiendo la capacidad de dominio propio, y termina siendo un peligro para
nuestra salud, y nos vamos perdiendo a sí mismos.
Hay que procurar el no vivir enfermos,
esto es nocivo para tu salud y para los tuyos.
Yo deseaba que todos hablaran
bien de mí. Poco a poco vi que mis esfuerzos por ser mejor cada día, eran
grandes, y sin embargo a nadie le importaba. Pensé que quizás no comprendía de
lo que se trataba.
La rutina de la vida, y los compromisos
con el mundo, no nos dejan sentirnos libres, si buscamos la libertad, y la paz interior.
Por eso comenzamos cada mañana
una peregrinación hacia la libertad. Nos colgamos el morral, la cantimplora, algunos
artículos personales, la navaja multiusos, y algo de comida para el hambre del
camino, y mucha agua.
Muchas veces llegamos al punto en que no
podemos continuar viviendo como vivimos, tal estilo de vida ya no nos satisface.
Todo eso es poca cosa, anhelamos algo más grande y sublime. Nos sentimos llamados
a un destino superior, ahí es cuando
tenemos que salir a buscarlo, aunque esto nos haga llorar.
¡Oh, Señor, Tú puedes utilizarnos
en esta vida! ¡si nos dignamos dejarnos usar!; ¡pero cuánto dolor nos causa
esto¡
A veces nos damos cuenta de cuanto
nos aman, pero no lo alcanzamos a valorar, quizás nos sentimos culpables de algo,
aunque no la tengamos.
Hoy he visto y sentido dentro de
mí, la tristeza y la desolación de la soledad, no me imaginaba tener tal dolor y
desamparo dentro de mí.
¿Hacia dónde vamos hoy, a qué
dirección? hacia ningún lado señor, respondí. Hoy siento que no hay nadie
esperándome en ningún lado.
He iniciado un camino sin meta,
no tengo qué me una a alguien en particular, por eso necesito reflexionar sobre
mi vida, sobre mis experiencias antiguas, “yo
creía conocer a Dios, pero ahora, me siento atrapado bajo una telaraña de
demonios”.
Necesito recostarme sobre la hierba
para mirar al cielo y respirar el aire puro de la libertad.
En la ciudad, nos sentimos
ahogados y esclavos del absurdo bullicio y afán, y nos apuramos por sentirnos libres,
pero, ¿cómo escapar de la estructura en la que estamos viviendo?
Mientras más nos esforzamos por
ser libres, más nos hacemos esclavos de nuestra propia y solitaria auto esclavitud,
la del egoísmo.
¿No es la libertad más bien un
don de Dios?
Una mano libre es cada vez más fuerte. En el camino de la existencia
siempre encontramos problemas difíciles de resolver. Debemos tomar siempre la
decisión correcta, que es el bien, la verdad, la vida.
El sol se escondió detrás de la montaña, pero aún quedaba mucha luz
antes de que terminara el día. Sólo faltaba un esfuerzo final. Hasta mis
propias palabras sonaban carentes de sentido.
Debemos aprender al enseñar, al asumir el papel de guía, podremos
hallar el camino.
Debemos hacer las cosas no porque así lo manda la Ley, sino por amor.
Nuestra honestidad debe ser tan grande que reyes y nobles confíen sus tesoros
en nuestras manos y se sientan seguros de sus bienes.
Cada día encontraremos un lugar
tranquilo donde poder descansar del viaje.
JoseFercho ZamPer
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