Suelta los muertos amigo, hay que seguir viviendo.
Tenía cinco
minutos nada más para llegar a casa desde la oficina, pero mi jefe era una
mierda, no me quería dejar ir. Se creía todo un mandamás, un macho alfa, muy importante.
“Pantera” le decían; en aquel momento éramos pobres y ellos grandes, gigantescos
decían.
Llegué a un
punto de tensión que, le disparé; cuando vio que yo no estaba dispuesto a ceder
a sus negativas por abusivas, me dijo: “yo soy mejor que tú”, me necesitas más que
yo a ti. Entonces qué, me dejo pisotear y dejo que mi familia se muera porque a
usted se le da la gana de retenerme hasta tarde en el trabajo, entonces, salí corriendo
al taxi que me esperaba en la calle.
Quizás las
palabras que le dije en respuesta a sus amenazas sean difíciles de pronunciar,
ya que requieren osadía, pero para mí fueron necesarias para proteger los intereses
de mi familia, también lo fueron mi determinación y mi coraje. Puedo parecer arrogante,
pero en realidad buscaba mantener mi corazón en su puesto y no dejar a mi familia
en peligro de morir aquel día. Será que es lo mismo, llegar tarde a quienes nos
necesitan o no llegar.
El silencio se
hizo sepulcral mientras caminaba hacia el hospital, una hora más tarde los que padecían
eran otros, con el tiempo, ese momento de berraquera me permitió ganarme su
respeto y su confianza.
En la vida nos
movemos bajo muchas presiones, pero vida sólo hay una, y aunque no hay nada que
nos garantice que vamos a alcanzar nuestros objetivos, el fracaso estará esperando
por ti a cada paso, pero hay cosas que son innegociables.
Muchas veces,
no sólo nos alejamos del otro, sino que perdemos lo que es mas importante para
nuestra propia vida, y para la familia, por estar más ocupados del trabajo y del
dinero.
Era un
carpintero pueblerino quien dé un momento a otro resultó en la cárcel, señalado
de ser un poderoso capo de la mafia, solo porque se enfrentó una vez a su jefe cuando
le negó un permiso para salir temprano a atender a su familia, quienes habían
sufrido un accidente de tránsito mientras viajaban en un taxi.
Seguramente, habrá
cientos de inocentes pagando lo que no deben, mientras que otros culpables
están en libertad por haberse aprovechado de un sistema corrupto. Para la justicia
el responsable de un delito debe pagar con cárcel. Pero sin hacer una buena investigación
ni verificar la información, la Justicia termina siendo una maldición.
Todo parece un
error, pero mientras se demuestra la verdad, todo puede pasar, ella era la
amiga y confidente, ahora una ama de casa desesperada.
JoseFercho ZamPer
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