La partida de ajedrez



Era un día lunes del mes de noviembre, en horas de la tarde, me encontraba en la finca cogiendo café.  Estaba acomodando los sacos de café para llevarlos a la casa para descerezarlos antes de que se oscureciera en el cafetal.
Recogí las catabras y alisté los demás tiestos para llevar, me senté encima de un bulto de café, mientras esperaba las bestias para llevarlo, al rato escuché que me llamaban  desde el camino.
Joselillo, gritaban, ¿está por ahí? Preguntaron.
Claro que sí, contesté. Siga para más adentro, le dije.
Al  instante pude ver a un viejo amigo, al cual no veía desde hacía unas dos décadas.
Él se había ido para muy lejos cerca al mar a trabajar en una empresa minera, eso era lo que me habían contado.
Al darme cuenta de quien se trataba, me levanté y de prisa corrí a saludarlo, con gran entusiasmo por su inesperada visita y por la sorpresa de volverlo a ver.
Hola amigazo, como está usted, qué gusto verlo por estos lados, le dije.
Él hombrecito me miró algo asustado, y con ojos un poco idos me respondió, bien, bien. Un poco cansado de tanto caminar, pues llevo varios días buscando a unos cuantos amigos del colegio, los cuales desde esa época no he visto, quiero arreglar algunos asuntos pendientes desde entonces, y que por razones de trabajo no había podido resolver.
Qué bueno volverlo a ver, vamos a casa y nos tomamos un tinto y conversamos un poco, charlamos de aquellos tiempos y nos divertimos, le dije.
No señor, contestó. Estoy de afán, solo vengo a que juguemos una partida de ajedrez.
Con razón lo veo con ese tablero bajo el brazo, pero sería mejor ir a casa, allí nos sentamos y estaremos más cómodos para jugar, le dije. Pero le cuento que hace muchos años no juego eso.
Recuerda que en el colegio yo jugaba y casi siempre ganaba, me dijo.
Sí, claro que recuerdo, usted les daba sopa y seco a casi todos. Le contesté.
Pero aquel día de campeonato, cuando jugué con usted, me ganó. Recuerda, me dijo.
Sí, claro. Recuerdo muy bien, pues yo casi ni jugaba a eso, en cambio usted era bastante bueno, contesté algo cabreado. Que sé traerá entre manos, pensé.
Pero claro, dijo. Si el amigo Piter le andaba soplando las jugadas, y además no hacía sino fregarme para hacerme perder. Y eso pasó, perdí y me sacó del campeonato del colegio.
Pero en la siguiente partida yo perdí y también me sacaron, le contesté como justificándome.
Sí, así fue, pero duraron como un mes mamándome gallo por esa partida con usted, me replicó un tanto enojado.
Cierto amigo, y lo siento mucho, le dije. Pero entienda que uno de pelado es bastante mamón y le gusta parrandearse a todo el mundo, hermano.
A propósito, sabe usted donde vive Piter, me preguntó.
Ni idea de él, le dije. Hace ya mucho tiempo me contaron que se había ido del país, y después de estudiar disque volvió, pero realmente no tengo idea donde viva, parece que está en la capital trabajando y haciendo mucho capital, dicen por ahí.
Después de aquí, solo me queda él para visitar y despedirme, así podré irme tranquilo para el más allá. Me dijo.
Me dejó frió con esas palabras. No entendía de qué hablaba, pero la partida ya estaba en marcha, y la siguiente jugada me tocaba a mí, jugué y con voz temblorosa le dije, le toca a usted, amigo.  Pero no le entiendo porque dice que quiere jugar la última partida  con migo y con Piter e irse después, le pregunté.
Mejor cuénteme de su familia, es cierto que se casó y que tuvo un hijo, que pasó con ellos. Volví a preguntar, tratando de cambiar el tema ese raro del que me hablaba.
Así fue, me dijo. Me case hace ratos, y tuvimos un hijo, pero un día cualquiera Salí a trabajar y por alguna razón no pude volver a casa, he estado recorriendo caminos y no encuentro mi hogar. Algo me pasó y estoy por aquí ahora.
 Juegue usted, me dijo. Ya se está oscureciendo y me tengo que ir.
Por qué no se queda, le pregunté. Mañana temprano se va, que afán tiene.
Eso no es posible, replicó un tanto ofendido. No ve que la noche me hace daño, y los que me ven huyen despavoridos, y me quedo solo muriendo de frío.
Ok, mi amigo, termine su jugada, pues aún no acaba aquí mi jornada, le dije.
Jaque mate, me respondió, un tanto contento. Ahora puedo seguir mi camino, solo me resta ganarle a Piter para estar en paz y así poder ir a casa.
Y si no gana, le dije.
Pues le meto un buen susto y le gano, pues otro juego no vuelvo a perder, contestó. Así podré regresar al más allá de donde vengo. Insistió.
Al volver la vista, desapareció. Más tieso que un palo, me he quedado yo.
Como alma que lleva el diablo corrí, y como un loco sin saber ni por donde iba llegue a casa. Esa noche casi ni duermo pensando y repasando lo ocurrido, tratando de hallar explicación a la situación.
A la media noche y después de unos cuantos tragos, me dormí, pero aun así soñé muchas cosas raras esa noche.
Al siguiente día baje al pueblo y le conté a un amigo, lo que me había ocurrido. Este me respondió que al tal amigo lo habían matado hacía ya un buen tiempo,  por allá donde trabajaba. Y que algunos antiguos compañeros de colegio, contaban que lo habían visto y hasta hablado con él.
Le creo compa, le dije. Según parece está buscando a los que le hicieron alguna vaina desagradable para acomodar las cosas, eso fue lo que me quiso decir a mí.
Lo cierto es que desde ese día y hasta hoy, cada que me acuerdo de alguno de mis ex compañeros de colegio u otros más, oro por ellos y pido perdón por cualquiera de las ofensas que les pude haber causado, pues vaya uno a saber que viejas deudas me quieran cobrar.

JoseFerchoZamPer

Tus besos

Dame un beso, amada mía
Con  tus besos soy feliz
Ellos valen más que todo
Lo que tengo por vivir

Tan valiosos son tus besos
Que sin ellos, pobre soy
No hay paga más preciosa
Porque son del  corazón.

Muchos besos y abrazos
Hoy quisiera recibir
Mi corazón sin ti, no late
Vida, yo quiero tener
Esa vida abundante
Solo la hallo en tu ser.

Perdido en ningún lugar
Un día me encontraba yo
Corriendo  salí de allí
Tras la luz, de tu amor

Aquel día pude ver
Qué tus pasos yo seguí
Mas creyéndome perdido
A tus pies yo me rendí.

El Muro



Ha caído aquel muro
Ése que nos separaba
Que impedía que te viera 
Y también que te ayudara

Ahora somos más felices
Nuestras vidas se juntaron
Hoy ese muro no divide
Nuestras manos aumentaron 

Hoy mi vida ya no sufre
El dolor que había quedado
Por el odio y las guerras
Corazón duro y enojado

Mas ahora es un recuerdo
El horror que allí pasamos
Lágrimas, miedo y llanto
Muchas vidas allí acabaron
Imploramos al Dios del cielo
Nunca más ser separados.