Mis aventuras en Kepler


De niño me llamaban el científico, porque siempre estaba tratando de inyectar a alguien, (vacunar, chuzar, clavar). 

En tiempos ya muy lejanos, una noche de verano, me encontraba con mi novia observando las estrellas, muy cogidos de la mano. 

Desde esa época me encantaba mirar a las estrellas, y comencé a adquirir ciertos elementos para observarlas. Así me fui entusiasmando hasta llegar a estudiarlas y trabajar como astrónomo.
Cando descubrí este planeta, me quedé boquiabierto.  Fue de no creerlo.

Como científico que soy, me apresuré a describir las experiencias vividas en el planeta Kepler 452b. 
Como las experiencias son más valiosas que las palabras, comencé a armar viaje para ir a conocer el planeta y así saber si lo que nos mostraba el telescopio, era verdad.

Bueno, veamos la lista de necesidades para el viaje.  

Primero, una nave espacial que camine a la velocidad de la luz, o algo más. Comida y agua para el viaje, cama para dormir, y varios juegos para no aburrirse. Ya con todo listo, pues a correr se dijo. 
Como el viaje dura la media pendejadita de unos 1.400 años luz, entonces toco anexarle al equipaje una cantidad considerable de animales de tal manera que alcanzaran para irme reencarnando en ellos hasta llegar. Debido a que no lograría durar tanto tiempo en mi propio cuerpo.

El viaje fue placentero, dormí todo lo que no había dormido antes, al final del año luz 1399, desperté un poco mareado y desubicado. Solo ladraba y ladraba, en ese momento me acordé de mi esposa, y me di cuenta que ahora era yo un perro. 
Antes de llegar, me rodearon unas naves keplerianas, y me invitaron a seguirlas hasta su guarida. Ya allí me apuntaron con sus armas, que eran como rayos que salían de sus manos o extremidades superiores, que más bien parecían lazos, con los que me movían o transportaban.

Ya en Kepler, me cogieron para analizarme, me hicieron todo tipo de exámenes conocidos por allá, la mayoría eran con rayos laser, gama, beta, triple x, en fin, con toda clase de rayos.

Como el viaje era tan largo, tenía que dormir bastante, por eso me lleve un Big Bang, para que en un momento y de la "nada" emergiera toda la materia, y me despertase al llegar, es decir, un gran despertador que en un momento dado "explotase" generando la expansión de la materia en todas las direcciones.

Después de muchos días de análisis e interrogadera, en lenguaje perruno el cual ellos manejaban muy bien, me cogieron como mascota de una familia muy prestante.

Lo malo fue que me cogieron de muñeco de trapo, ya que me daban duro y me dejaban en cualquier lado, me sentía humillado, sin poderme defender.

En Kepler todo es muy distinto a la tierra, sus paisajes son extraños, opacos y desolados, no cultivan la tierra, todo es procesado en laboratorios.

Pero muchos siglos antes, disque el planeta era verde y hermoso, pero debido a las guerras y a la contaminación, lo habían vuelto así, todo estéril y feo, aunque ya lo estaban reconstruyendo.
Al cabo de los meses, pude seguir con mis investigaciones terrícolas, desde allá podía ver la tierra, azul y hermosa, en paz y armonía era todo un paraíso.

Experimentando con el tiempo, me pude ver cuando era niño, y repasar así toda mi juventud, todo porque allá tenían maquinas atrapa sueños, donde recogían los sueños de la humanidad. Todo lo bueno que la gente quería ser cuando grande. 

Pero por razones de la velocidad de la luz y todo eso que habla mi amigo Stephen, todo lo que veía era solo información antiquísima, pues la tierra estaba peor que Kepler, eso me lo dijo un rayo de luz que pasaba por allí, venia tan rápido como un rayo para avisarme que no creyera todo lo que veían mis ojos. Porque por el desarrollo y el gran avance del hombre habían convertido la tierra en un hoyo profundo y negro como la suerte.

También alcance a ver el boso de Higgs, aunque se parecía más a una partícula ya muerta que a Dios. 

Los keplerianos eran muy desarrollados, su sociedad era perfecta, decían ellos. Todo funcionaba como un relojito suizo, nadie se adelantaba ni se atrasaba. 

Los bebes de Kepler, no vienen ni de parís, ni de china, los hacían en una maquina centrifugadora de hombres, por eso eran tan deformes. 

Cuando las parejas tenían su única oportunidad de reproducirse, los sentaban a cada uno en una silla como de odontólogo, amarrados y conectados por cables de todo tipo, las sillas temblaban y se sacudían como potro salvaje, y así les sacaban el jugo y lo trasportaban directo a la maquina gestante, o máquina de la vida como le decían, la que se encargaba de todo el proceso de ahí en adelante.
Las personas allí duraban tanto, pero tanto que, que no necesitan reproducirse. Se levantaban tarde, y bostezando de lo aburridos por no hacer nada. 

Al conocer su desarrollo en casi todas las áreas de su civilizada vida, me agarró un desespero por volver a casa, donde tenía al menos quien me jodiera la paciencia. como quien dice, me entro una angustia infinitesimal.

Desde ese día comencé a hacer mi propia nave espacial, como allá nadie trasnochaba, lo poco por hacer lo hacían de día, entonces en las noches mientras todos dormían, salía a rebuscarme las autopartes para dicha nave. Una noche me sustraía un reactor termonuclear, la otra una pistola de rayos catódicos, y así fui armando mi cohete de propulsión a chorro.

Ya lista la nave, me puse a aprontar las provisiones y demás elementos necesarios para soportar un viaje de regreso de otros 1400 millones de años luz. 

Durante el tiempo que salí de noche, rebuscando piezas para la nave, llegué hasta una colonia de vagos renegados, quienes, huyendo de esa comodidad tan monótona y asfixiante, habían formado un grupo de pioneros escarbadores de tierra en busca de raíces y demás plantas que hallasen, y formaron una granja vegetariana en las montañas rocosas y escarpadas donde Vivían. 

Ahí se ocupaban en actividades agradables y placenteras como trabajar la tierra y tener un hogar con hijos que mantener.

Allí con desorden y todo, la vida era mucho más agradable que al otro lado de la montaña. 

Ya con todo listo para zarpar, encendí mi severa nave y al momento de partir me salieron unas cuentas naves keplerianas a cerrarme el paso, entonces con gran desespero grité con todas mis fuerzas, aborten la misión… fue tan alto el grito que deserté a todos los vecinos del barrio.

JoseFercho ZamPer 

La vida no puede parar, no tiene límites.

La vida no puede parar, no tiene límites.
Con migo o sin mí, ella continua.


Creía hermosa la miseria en que vivía, aunque ella me oprimía desde niño, pero yo no lo sabía, con lisonjas me robaba la alegría, aquella alegría que me daba el creerte mía.

Como un enfermo terminal, era mi vida, sometido a tratamientos, yo moría, y en el abismo vacío me escondía, tratando de huir de ti me hundía, en el dulce recuerdo de tu aliento.

Cuando escribo, no me salen esos versos, me ahogo en el silencio infinito de tus besos, ese silencio que me acosa con soledad y pensamientos, es como morir lentamente en un viaje más allá del firmamento.

Era mi corazón un atardecer lluvioso, azotando a mi alma sin consuelo, mis sentimientos revolcados por el suelo, daban rienda suelta a esas voces que me herían en silencio.

Muchas veces permanece en mí ese silencio, hasta el amanecer del nuevo día sin aliento, cuando mi alma divaga por los confines de las galaxias, buscando hallar los límites del infinito universo, voy y vuelvo hasta perderme de regreso, con mis manos vacías de abrazos y de besos.

Y cuando el silencio agudiza mis oídos, puedo escuchar el susurro del viento, mi alma le pone ritmo a esos versos inanimados en mi corazón tullido, por la falta de tu aliento.

Recogeré mis recuerdos y desapareceré, no seré eterno, viviré hasta el final de los tiempos, en la memoria de las personas a quienes les agraden estos versos.

Porque, al final de mi jornada solo seré palabras que se lleve el viento, lo que sea de mí serán mis hechos. Sí, lo reconozco, y seré honesto, me acorralan mis miedos frente al universo.

Descubro que todos tenemos una luz que nos alumbra por dentro, aunque a veces parezca estar muy lejos, y que la vida solo sean mis recuerdos.

Mi camino no estaba preparado, el límite lo pone el universo, debo escoger mis pasos con cuidado y llevarlos por el sendero de lo eterno.

Una vez más he mostrada mi enojo, nunca he sido bueno al expresar lo que siento, ahora mis cartas están sobre la meza, pero mis versos han puesto mi alma al descubierto.

Creo que el mundo se opone a nuestro encuentro, volveré a comenzar y haré todo lo que debo, sin importar que a otros no les agrade lo que siento, ya que aún mi vida está en este universo.


JoseFerchoZamPer

Poema a la vida






Este día es muy hermoso
Muy feliz he amanecido
Por el trino de las aves
Y el campo florecido

Hoy, yo quiero regalarme
Un poema a la vida
Y sentirme bendecido
Con palabras de alegría.

Siempre habrá muchos obstáculos
Y gente que nos desanime
Mas la vida es un regalo
Y el amor de la familia
Si caminamos de la mano
Llegaremos a la cima

Hace ya, bastantes años
Y al final de un largo día
Una vida iluminaba
A un hogar, a una familia
Con un llanto muy alegre
¡Es un niño!, amada mía.

JoseFerchoZamPer