Tu fuerza de voluntad vence el miedo.


Hace millones de años existía una raza muy poderosa, aquellos que tenían fuerza de voluntad. La fuerza de voluntad nos ayuda a vencer el miedo.

¿Tienes miedo o temor?
Qué bueno, yo también lo tengo, esto me hace sentir vivo.

Si no puedes hacer algo mejor que los demás, tu caminar no será muy seguro.
El objetivo no es solo ganar, sino hacerlo bien.
Renunciar no es tan fácil.

Te paralizaste de miedo. No es el primero.
Eso es cosa de niños, y ya no somos niños.
Ayúdame con esto, porque de veras quiero entenderlo.
A veces me asusto un poco. Si, a veces me pasa, ¿a ti no?

Tus enemigos crecen y se vuelven más poderosos cada vez que muestras miedo.
 ¿Crees que este enemigo puede derrotarte? Si tu fe ha decaído, tienes que renovarla. Nuestros mejores días están por venir, y queremos que nos acompañe. Hasta el infinito y más allá.

Somos responsables de lo que hacemos.
El miedo es un enemigo que aún no entendemos completamente. Sabemos que es tan poderoso como para destruir civilizaciones.

Es para este momento que fuimos creados. Tu voluntad convierte el pensamiento en realidad, pero debes enfocar tu voluntad.

¿Tú crees ser el centro del universo? Tus conceptos serán tan fuertes como tu voluntad. Y la tuya es patética. Debes lograr que la voluntad sea digna de ti.
Recuerda, tu enemigo, no va a jugar limpio. Si sientes temor, te derrumbas.
Tu empresa será tan fuerte como su eslabón más débil.  ¿Capisci?

El miedo es el enemigo de la voluntad. La voluntad te lleva a la acción. El miedo te detiene y te hace débil, hace endebles tus conceptos, debes ignorar tu miedo. Si sientes temor, no actúas, si no actúas, no te defiendes, si no te defiendes, mueres.

Me cansé de tener la razón. No seas ingenuo, así no funciona el mundo.
Debes aprovechar una oportunidad cuando se presenta.
Has desperdiciando su vida.  Qué vergüenza.

El enemigo infunde miedo en los hombres, y se alimenta de ellos, la voluntad siempre fue nuestra única arma contra las fuerzas de la oscuridad.
El poder del miedo es impredecible, y su corrupción muy grande.

Si renuncias a lo que amas, ¿qué es lo peor que te podría pasar?
Yo solía combatir mis miedos, debemos derrotar nuestro yo interno.
El problema no es tener miedo, es saber cómo vencerlo. Hay que tener Valor.
Una vez que domine sus miedos, tendrás poder, tenemos  mucho que aprender, pero vale la pena.
Si te rindes ante el miedo, no hay vuelta atrás. Me pasé la vida haciendo eso.

Aceptar que tenemos miedo, no significa que seamos débiles.
No te rindas ante el miedo, combátalo y demostraras que la voluntad es más fuerte que el miedo. Aunque tu voluntad sea fuerte, no es suficiente.

Lo humano del ser no es una debilidad, es nuestra fortaleza.



JoseFercho ZamPer 

Sobre el amor y la pareja.


 

Ahora entiendo que lo que está matando a la gente es la falta de amor.

Los médicos pidieron a la EPS autorización para realizar un mejor tratamiento con carácter urgente, pero esa autorización llegó meses después de que mi esposa falleciera.

Esta es una historia de amor, que, como todas las historias de amor, tienen mucho que decir, pero poco que dar.

A principios de 1984 viajé a Bogotá en busca de oportunidades para un mejor vivir. En ese entonces vivía en un pueblo de Santander, donde realmente no había mucho por hacer, y sin billetes en los bolsillos el amor era muy escaso. En los pueblos, todo mundo se conoce, y por eso ninguna para bolas, a menos que el conquistador tenga “goodwill”, o pedigrí, como lo dicen otros.

Ya en la capital, con algo de trabajo y unos pesos en el bolsillo, uno se puede mover un poco mejor; y como por allí se es un completo desconocido, un don nadie (pero los demás no lo saben, y esa es una ventaja), no me fue tan difícil levantar novia.

Después de un año, ese noviazgo se complicó; se convirtió en matrimonio. Estaba enamorado, y también estaba solo en medio de tantísima gente. Para fortuna de los dos, la cosa fue mejorando cada día; andábamos de la mano paratodos lados; picos por aquí, y picos por allá. A familiares y amigos de ella esto los aburría: en la ciudad como que no era bien visto.

En fin, todo iba tan bien, que al cabo de diez años llegaron tres hijos y una casa; y todo por amor. Pero ya en este punto de la vida, tocaba trabajar duro y cuidar los pelaos de la maldición de la ciudad, “la calle”, donde están todos los males de la ciudad, y después de la calle, “la televisión”.

Todo esto nos complicó la vida y la relación de pareja; comenzamos a ser una pareja “normal” por diez años más. La crianza de los hijos, su adolescencia, el estudio y todos los gastos que esto representa estresan de manera sin igual; tanto, que se acaba el amor de pareja, o al menos se esconde en medio de tanto quehacer diario, y no hay forma de disfrutar de sus mieles.

Ya los hijos crecidos y en la universidad, tratamos de mirarnos un poco más otra vez, pero claro, ya no estamos tan buenos mozos, ni con los mismos alientos; entonces es cuando nos damos cuenta, en verdad, de que si no hay amor estamos jodidos, porque el amor se acaba de no usarlo.

A los treinta años de casados comenzaron a brotar algunos males en mi esposa; su cuerpo estaba cansado de la dura carga y del estrés del trabajar, trabajar y trabajar. Y comenzó a minarse su salud con la “malparida” semilla del cáncer. Y como las EPS son del demonio, lo más que hicieron fue acabar de matarla. Durante año y medio anduvimos para allá y para acá, tras de médicos y consultas, quimioterapias y torturas, hasta que su cuerpo se redujo a su más mínima expresión; solo quedaban los huesos.

En el transcurso de ese tiempo, supe lo que era amar a alguien, sin esperar nada a cambio, aunque deseándolo todo. Ya que ella no tenía nada que ofrecer, los dolores no le dejaban alientos para otras cosas más que sufrir. 

Por su estado, y por el dolor que me producía verla sufrir, pude entender que tratándose de amores todos somos expertos en esta vida, sobre todo en amores pasajeros o de ocasión.

El ser humano tiene miles de amores, que lo invaden todo, como un cáncer, como una enfermedad dañina. Todos sabemos de amores, desde las aldeas más pequeñas hasta las más grandes ciudades en el mundo; no hay rincón alguno del mundo, grande o pequeño, que no sepa de amores: amor por la tierra, por las riquezas, la fama, el trabajo, por el sexo… Amores y más amores. Es una lista gigantesca. Pero, en verdad, “no sabemos amar“.

Más que tener que convivir con la pareja, es enfrentar todo juntos, desde el despertar hasta el anochecer, no solamente desde el acostarse hasta el levantarse de la cama. Todos tenemos derecho a ser amados, pero también tenemos el deber de amar. Por más poemas, canciones o novelas que hayamos escrito o tarareado durante nuestra vida amorosa, lo mejor que hemos podido crear son una cantidad de mitos y leyendas sobre el amor, porque ni los mismos “científicos del amor” han podido obtener, ni entender, en que se basa esa pasión o atracción a la que llamamos amor. La mayoría de nosotros conoce lo que es la pasión o el apasionarnos por alguien o por algo; pero, amar a alguien, eso es otro cuento.

Desde el principio, todo fue creado por amor, que existía antes que todo, y existirá para siempre. Es la motivación más grande, y para hacer algo hermoso, valioso, precioso, único e inigualable, debe haber amor; de lo contrario, ese algo no tendrá valor. La decisión de no vivir solos, de tener una compañía que nos cautive, que nos inspire, una ayuda idónea, un complemento, únicamente se basa en el amor.

Desde los principios del ser humano, lo que nos une y nos mantiene en una relación estrecha con el otro es el amor. El propósito de vivir en pareja es mantener una relación cercana, sana, armoniosa, justa, feliz y abundante, con esa pareja y con los hijos, y con los demás; pero esto solo se alcanza cuando hay amor.

El amor es la fuerza más poderosa existente en el universo entero, en él, y solo en él, podemos encontrar nuestro destino y nuestra libertad. Por más que busquemos en todas las cosas valiosas de este mundo: en el dinero, la fama, el poder, los títulos…, jamás lograremos una satisfacción más grande que la que nos brinda el sentirnos amados.

Los verdaderos héroes de la humanidad son quienes por amor han luchado con todas sus fuerzas, contra todos los obstáculos. Cuántos sueñan con el amor y con lo lindo que sería ser amados, pero no se tiene idea de cómo amar a quien se tiene al lado; así que tantas expectativas sobre el amor son solo cuenticos de princesas, con su príncipe azul, pero en la vida real vivimos decepcionados con la pareja, como si alguien nos hubiese obligado a escogerla.

Sí puede ser el amor un cuento de hadas, pero ese que uno mismo puede ir creando y contando, donde somos los protagonistas, porque solo el amor nos hace sentir, vivos y activos; libres, pero esclavos.

Para muchos en este mundo el amor es la peor pesadilla, pues se sienten presos en los brazos de la pareja, por el machismo, la desigualdad, el deseo y la lujuria, y hasta por el control que ejercen los grandes medios, que se sienten dueños y señores del amor (como si eso fuera posible), pero llegan estos a controlar nuestros cuerpos, nuestro erotismo; a decirnos qué y cómo debemos amar. Y han convertido al amor en un gran negocio, en la idea de que el amor o la felicidad consisten en tener sexo, y que se llega a ser feliz consumiendo todo lo que nos ofrecen para el sexo. Estos comerciantes han convertido el amor en un producto de oferta y demanda, en un producto desechable, como si la pareja perfecta, el complemento ideal se vendiera en frascos y bajo pedido.

Pero lo peor, viejo, lo peor, es que para muchos en este mundo de mentiras y engaños están plenamente convencidos de que el amor y la pareja son asuntos racionales, reacciones animales; solo satisfacciones carnales; o, como muchos dicen, “un mal necesario, con efectos colaterales”. ¡Qué horror, caray!

Puede que el amor en este mundo sea un experimento humano; algo sumamente complejo, que hace casi imposible lograr un buen resultado para todos, pero lo cierto es que el amor jamás ha sido, ni será, una cuestión de fenómenos fisicoquímicos, ni hormonales; mucho menos culturales o sociales. Porque el amor no es cosa de hombres; es algo divino, algo que sobrepasa la naturaleza humana, que viene impreso en el corazón de la raza viviente, tanto racional como irracional.

Cuando al amor se le dan tintes de moral, de normas, de tabúes, de costumbres o creencias, se convierte en algo meramente racional, lo que desdibuja lo divino del amor y lo convierte en una cuestión de hombres, así como sucede con la relación “Dios versus religión”.

Muchos hombres y mujeres se encuentran atados a sus familias por experiencias dolorosas, que suponen una carga abrumadora para la relación de pareja. En ese espacio, el de la pareja, es donde se encuentran experiencias de amor y dolor, dar y recibir, infidelidad y fidelidad.

El amor en la pareja se logra a través del perdón y la comprensión del otro, pues el hombre y la mujer se necesitan mutuamente; solo lo imperfecto podríamos tratar de perfeccionar.

Cada uno toma lo que le hace falta del otro, y, por ende, cada uno da de lo que tiene, y se espera que eso que damos sea lo que el otro necesita. Por lo que es supremamente necesario que cada uno busque mejorar su forma de ser, con la ayuda del otro. Pero definitivamente algo que destruye la pareja es el hecho de que el hombre no tenga el rol de hombre y la mujer, el de mujer; que nunca se cambien los papeles, para que no se destruya la pareja, porque un cuerpo con dos cabezas es un monstruo. Todo esto tiene efectos profundos en el alma, como algo indisoluble.

Si nos fijáramos más en lo de dentro del ser, en el corazón, y menos en la apariencia o en lo externo, lograríamos ver lo maravilloso del otro. No hay que buscar a la persona perfecta, porque no existe; hay que amarlas como son, porque ellas son realmente únicas. Busquemos perfeccionarnos como pareja, por encima de lo material, y hallaremos el verdadero valor de ser pareja, el amor.

Ahora me encuentro solo, en el campo, con las cenizas de mi amada esposa, y sin saber qué hacer con ellas, si abonar un arbolito o tenerlas de compañía.

Durante el tiempo feliz que compartimos supe amar a mi esposa con mis fuerzas y mis deseos; pero fue en medio de las dificultades que aprendí a amar de verdad, no solo a ella, sino a mis hijos y al resto de familia. En esos tiempos es donde en verdad podemos saber quién nos ama.

De cuando en cuando solía regalarme una de esas encantadoras miradas mientras permanecía sentado a su lado, hasta ese día, hace apenas unos meses, cuando me dijo por última vez: “Estoy bien, mi amor; no te preocupes, yo estoy bien”. Y con una leve y bella sonrisa, y con todo el amor que habíamos cultivado y cuidado con tanto esmero durante todos estos años, fue soltando suavemente mi mano, y se despidió para siempre.

Por eso hoy, concluyo que “todos sabemos querer, pero pocos sabemos Amar”.







El Caminante.



Cuando era niño, pasaban por aquí muchos campesinos arriando sus mulas y ganados para ir al mercado del pueblo. Después de convertir los caminos en carreteras, a la gente sólo le gusta andar en carro.

El caminante, es un emprendedor, un incansable soñador, un ecologista por naturaleza, es un buscador de salud, vida. 

El caminante es alguien a quien le agrada el aire fresco, con un espíritu libre y aventurero. Es una persona a la que no le gusta ver a la gente sentada en las bancas del parque, quejándose de sus dolencias y de lo malo del gobierno, pero sin hacer nada al respecto.

Es una persona que se exige algo más, que usa su tiempo libre para hacer actividades más interesantes que el común de las gentes. Es una persona dedicada a buscarle soluciones al problema de la salud, al sedentarismo, y también a la falta de caminos aptos para sus andanzas.
El caminante es una persona que no se cansa de alcanzar imposibles, de escalar montes y riscos tan empinados como sus sueños de ver un país verde y en paz.

El caminante rechaza esa actitud de algunos que se quejan de sus dolores esperando compasión, de aquellos que no se exigen ningún esfuerzo con tal de alcanzar remedio a sus males.

Acabamos nuestros cafés y continuamos la caminata. Cruzamos una cañada y luego nos encontramos con las ruinas de una antigua posada a la orilla del camino en los límites del poblado. La vegetación ya chamuscada por el sol y la lluvia, la habían destruido por dentro y por fuera, era inhabitable.

Es inútil tratar de engañarme – me dije- reconozco que tengo tensión y miedo.

Sentía una extraña sensación al pasar por allí, era como si me estuviesen observando desde dentro de las ruinas aquellas. Perdí la noción del tiempo, por un instante me vi en medio de un paraje desolador y  tenebroso, era como si la misma muerte estuviera rondándome. Alguien dentro de mí me decía –despierta- tal vez era la vozde mi ángel guardián.

Me quedé atónito durante unos instantes interminables. Sentí experimentar la fuerza de lo desconocido atrayéndome hacia las ruinas de esa casa, como si una aspiradora me succionara.

Me aferré violentamente a mi poca y escasa fe, y grité con todas mis fuerzas mentales y espirituales. ¡Miedo, fuera de mí!  Al instante despertó mi ser interior.

En una fracción de segundo, viví varios años de mi pasado, sentí mi corazón como el viejo motor diesel del trapiche de la finca de mi bisabuelo, sentí desmayarme.

Estoy llegando al final de “la mitad de mi vida”, y aun no he hecho lo que en verdad me agrada, pero ya estoy “tan rodeado por la muerte”, que ésta puede poner su mano sobre mí en cualquier momento. Por tal razón, debo ganarle de mano y dar un paso adelante con tal astucia, que no pueda alcanzarme sino hasta el final de mi otra mitad de vida que me resta vivir en este mundo.

No sirve de nada correr, es mejor ir poco a poco para poder llegar con alientos a casa. Lentamente, mi corazón se desaceleraba.

Ya he recargado mi lámpara con suficiente alcohol carburante, como para seguirme alumbrando por muchas noches de desvelos y de grandes sueños.

Creo ya haber pasado la prueba de fuego de mi vida, los dolorosos padecimientos no me han doblegado todavía.  Es más, me he comenzado a sentir  más alegre y optimista  que en toda mi vida pasada.
Es algo absurdo, pero el miedo nos causa mucho más daño que los espantos que se nos atraviesan por el camino. En el caminar de la vida hay muchas cosas que nos suceden y no las podemos entender, por lo que es necesario que el amor nos guie a lugar seguro.

Durante muchos años he llevado una vida errante, yendo del tumbo al tambo, llevándome a una existencia casi vegetativa, con vida y sin ganas, con fuerzas y sin alientos, siendo meramente un casi humano.

Hombre de un romanticismo irracional, quien pensaba en “ser el compañero ideal”, en no decepcionar al otro, ya que esto debe ser algo horrible y terrible.

El caminante es alguien muy humano, aunque en él hay un toque de misterio, su conversar es tan agradable como su compañía.

Su propia sombra dialoga con sus pensamientos durante las largas y solitarias jornadas, dándole así forma a las ideas que le dan vueltas en su cabeza.

Es un contrasentido de la cultura y de la vida en este país, las personas no tienen tiempo para hacer ejercicio, para caminar, ni para cuidarse en salud; se come de la peor manera posible, viven estresados todo el tiempo, le roban tiempo a su tiempo, y aun así, no hay tiempo ni para alimentarles bien, mucho menos para ser felices. En realidad se le concede poco valor a la vida, y se expone al peligro a causa de la ambición.

Por consiguiente, para que la vida no pierda su valor, hay necesidad de cambiar muchas de nuestras viejas maniobras y establecer un comportamiento más humano y leal consigo mismo.
¡Hombre! ¿Para qué te sirve tanta vanidad si vas a terminar humillado por tus propios males?
Por falta de tiempo para sí mismos, vamos perdiendo la capacidad de dominio propio, y termina siendo un peligro para nuestra salud, y nos vamos perdiendo a sí mismos.

Hay que procurar el no vivir enfermos, esto es nocivo para tu salud y para los tuyos.
Yo deseaba que todos hablaran bien de mí. Poco a poco vi que mis esfuerzos por ser mejor cada día, eran grandes, y sin embargo a nadie le importaba. Pensé que quizás no comprendía de lo que se trataba.
La rutina de la vida, y los compromisos con el mundo, no nos dejan sentirnos libres, si  buscamos la libertad, y la paz interior.

Por eso comenzamos cada mañana una peregrinación hacia la libertad. Nos colgamos el morral, la cantimplora, algunos artículos personales, la navaja multiusos, y algo de comida para el hambre del camino, y mucha agua.
 Muchas veces llegamos al punto en que no podemos continuar viviendo como vivimos, tal estilo de vida ya no nos satisface. Todo eso es poca cosa, anhelamos algo más grande y sublime. Nos sentimos llamados a un destino superior,  ahí es cuando tenemos que salir a buscarlo, aunque esto nos haga llorar.

¡Oh, Señor, Tú puedes utilizarnos en esta vida! ¡si nos dignamos dejarnos usar!; ¡pero cuánto dolor nos causa esto¡
A veces nos damos cuenta de cuanto nos aman, pero no lo alcanzamos a valorar, quizás nos sentimos culpables de algo, aunque no la tengamos.
Hoy he visto y sentido dentro de mí, la tristeza y la desolación de la soledad, no me imaginaba tener tal dolor y desamparo dentro de mí.

¿Hacia dónde vamos hoy, a qué dirección? hacia ningún lado señor, respondí. Hoy siento que no hay nadie esperándome en ningún lado.
He iniciado un camino sin meta, no tengo qué me una a alguien en particular, por eso necesito reflexionar sobre mi vida, sobre mis experiencias antiguas, “yo creía conocer a Dios, pero ahora, me siento atrapado bajo una telaraña de demonios”.

Necesito recostarme sobre la hierba para mirar al cielo y respirar el aire puro de la libertad.
En la ciudad, nos sentimos ahogados y esclavos del absurdo bullicio y afán, y nos apuramos por sentirnos libres, pero, ¿cómo escapar de la estructura en la que estamos viviendo?
Mientras más nos esforzamos por ser libres, más nos hacemos esclavos de nuestra propia y solitaria auto esclavitud, la del egoísmo.

¿No es la libertad más bien un don de Dios?
Una mano libre es cada vez más fuerte. En el camino de la existencia siempre encontramos problemas difíciles de resolver. Debemos tomar siempre la decisión correcta, que es el bien, la verdad, la vida.

El sol se escondió detrás de la montaña, pero aún quedaba mucha luz antes de que terminara el día. Sólo faltaba un esfuerzo final. Hasta mis propias palabras sonaban carentes de sentido.  

Debemos aprender al enseñar, al asumir el papel de guía, podremos hallar el camino.
Debemos hacer las cosas no porque así lo manda la Ley, sino por amor.

Nuestra honestidad debe ser tan grande que reyes y nobles confíen sus tesoros en nuestras manos y se sientan seguros de sus bienes.

Cada día encontraremos un lugar tranquilo donde poder descansar del viaje.




JoseFercho ZamPer