Caminar es un arte…


Caminar es la vigilia del silencio, buscando oír al campo, implica tener contacto con la naturaleza, con el paisaje natural.

Caminar es también deambular, es dedicar tiempo a la “vagancia productiva” so pretexto de llegar a tierra santa, a ese lugar donde hallamos paz a nuestro espíritu. Así como el rio, que siempre va en busca de la mar, donde termina su jornada.

Caminar es ponerse en paz consigo mismo, es halar el equilibrio entre tu yo y mi yo, siempre en buscas de estar en paz con todos.

Sin duda, caminar es liberarse del hastío de la casa, del trabajo, de la televisión y de nuestros propios “yo” familiares. Es quitarse de encima todo lo que nos aplasta en el diario vivir, es quitarse de encima al jefe, al marido, a la esposa, a los hijos, también es quitarse de encima los años que nos pesan, esos que nos dicen a diario que nos estamos envejeciendo; para ir tras la fuente de la vida, de la alegría y de la inspiración.

 Caminar es rumiar la vida, como camello en marcha; vamos masticando con más cuidado todos aquellos sapos que no hemos tenido que tragar en la rutina diaria.

Aquí en el campo está mi oficina, mi estudio, mi laboratorio de vida y juventud, aquí donde el viento y el sol forman mi carácter, curten mi piel y me funde con Dios en su Amor, el cual se expresa en “Naturaleza Viva”.  

En este mundo, hay muchos con una mente muy estrecha, y caminan por caminos que solo los conducen a campos de concentración, donde todo es demasiado limitado.

Sal a caminar, a observar la naturaleza, a mirar de lejos, agudiza la vista, observa con cuidado y acalla tus temores.

La belleza es una gran ilusión, para poderla observar bien se hace necesario desnudarla, es como la fruta que, para poderla comer es necesario pelarla, quitarle todas sus capas, observarla y saborearla hasta saciarnos.

Caminar es el arte que nos lleva a pensar…    



JoseFercho ZamPer.

Acerca de la libertad.



En 1781 escuché el grito de rebelión de las sufridas gentes del Socorro y sus alrededores.

Mamados ya, de los excesivos abusos y desmanes de muchos funcionarios del gobierno de turno, se arrecharon y decidieron protestar de manera enérgica contra tantos atropellos de las autoridades.

Este movimiento no encontró ninguna solución a sus problemas en ese momento, excepto que los mataran y los volviesen pedazos. Pero a la postre, pasados 38 años, el 7 de agosto de 1819, se vio, y con gran entusiasmo, la esclavitud culminó gloriosamente en la batalla de Boyacá.

Este suceso histórico, que comenzó mucho antes del 16 de marzo en el Socorro, nunca va a terminar. ¿Porqué? Se preguntará, sencillo; porque siempre habrá razones suficientes para abusar de los demás y esclavizar a cuanto esclavo de sus propias ideas y conceptos haya en este mundo. Nada extraño, ¿verdad? La salud mental de las almas perdidas, siempre serán presa fácil de cuanto avión rastrero este a la caza de ellas.

Es realmente triste tener que reconocer que hemos vivido engañados con el cuento de la libertad, es para sentarse a meditar y a llorar.

La libertad ha sido profanada, está en verdadero peligro de esclavitud, nada falta para que todos seamos unos meros borregos atrapados de las narices, rumbo al matadero. El desorden y el abandono de la justicia, de la obediencia y de la fidelidad a Dios, como al prójimo, me ponen en la necesidad de hablar con toda la parcialidad posible, pero a favor de la verdad.

Este pueblo tiene una constitución tan digna de aplausos, que nadie conoce, y mucho menos respeta, muy a pesar de lo que afirman. Muchos insisten que los funcionarios del gobierno merecen la veneración, respeto y obediencia debidas al soberano, y que los tributos cobrados al pueblo, les pertenece.

Los comuneros, creyendo en la buena fe de los comprometidos en dicho pacto, comenzaron el retorno a sus respectivos lugares. El arzobispo y los frailes pacificadores partieron juntos de Santafé el 25 de julio para El Socorro.

“En medio de la pobreza y la agonía pretenden sosegarnos a fuerza de misiones, será que es muy justo que, con voz sumisa, nos roben hasta la camisa”. O que es lícito robar con capa real, y hacernos sentir culpa como de pecado mortal.

El vacío de poder, acrecentado por la injusticia y la falta de credibilidad de los gobernantes de las naciones, trata de subsanarse con represión a los pueblos.

Bajo juramento sobre los cuatro Evangelios, se han expresado muchas palabras, y hecho muchos tratados y pactos, que a la postre resultan “chimbos”. Este fue el caso de las capitulaciones de 1781, así como de muchísimas otras estratagemas y triquiñuelas realizadas por muchos gobiernos, dejando luego “mamando” al atolondrado pueblo.

¿Acaso hay alguna libertad? ¿No estamos igualmente presos de nuestra propia libertad?

Pobre Bolívar, cuantas vidas sacrificadas para que hoy nos quieran tramar con meros cuentos “chinos”.

Con sombras de dolor derramo mi espíritu, en este glorioso día de libertad, para decir que vivimos en un santuario para delincuentes, sin podernos defender de los insultos, menos de los ataques a nuestra propia libertad interior, en este tiempo de confusión convivimos con la violencia tratando de apocar su furia, para reducirla a tranquilidad.

La idea de que los derechos del hombre nos traen justicia y equidad por sí solos, es solo un espejismo, porque los enemigos de la paz, acostumbrados a pescar en agua turbia, agitan cada día al horror, para así aprovecharse de la ignorancia de los pueblos y seducirles con un marketing sacrílego y conducirlos a tan lastimosos y contrarios principios de la paz.

No es mi ánimo alterar las pasiones peligrosas de aquellos que construyen temeridades por medio de las campañas de conveniencia, dividiendo los tumultos y convenciendo partidarios de causas perdidas, para obtener su amor y lealtad.

Al contrario, quiero incomodar y molestar hasta sacarle la “piedra” a todo aquel que se siente tan cómodo en este mundo, que se acercan a los demás, solo a contemplarse a sí mismos. Llevando consigo una sublevación tan despechada que, su pecho es campo angosto para las lágrimas de dolor, como si no fluyese sangre en su corazón.

Ya que con celo religioso procuramos la salvación de las almas, esforcémonos por dejar impreso en sus corazones la verdad, la fidelidad, la obediencia y la paz; mas no, nuestras creencias que están más ocultas que un cáncer contagioso que todo lo oscurece.

Socorro Santander, agosto 7 de 2019.

JoseFercho ZamPer