Un viaje al interior.



 Se trata de la vuelta a la ilusión, con la búsqueda del sueño del primer amor, de la ingenuidad, de volver los ojos a lo oscuro o a las ruinas de la vida, de lo que hay en el corazón esperando por años salir a flote. Porque, si me quedo aquí estancado me destruyo, no hallaré otra vida, y nunca veré la felicidad.

 La vida monótona, los ecos de las voces del pasado reviven las viejas costumbres.

 El abrazo, las caricias y todo lo que no recibiste de tus padres, sin ninguna duda te dejaron sin una vida emocional propia.

 Nunca me había planteado que pudiera hallar afecto más allá de mi familia, hay algo incomprendido en ello, lo se. Sin embargo, me di cuenta en mi vida adulta que una idea infantil sobre el amor a mi madre me daba vueltas, y me impedía amar con libertad a mi esposa y a mis hijos. Tarde me di cuenta de que ese sentimiento era un trauma que evitaba que la luz entrara en casa.

 Una persona no puede llenar ese espacio vacío que ha dejado un padre ausente, cuyas palabras se convierten ante todo en una conversación consigo mismo a través del cristal.

 La expresión afectiva suele ser inerte, con arranques de sinceridad fuera de control, en parte porque la convicción con la que se expresa es negación de sí mismo.

 En aquella época el camino era mucho más difícil que ahora, los muchos baches que había que esquivar para no maltratar los pies. Las duras palabras de los padres flotan en la memoria y se pasan a la siguiente generación, un relato que se trasmite en silencio.

 Comunicarse con amor suele ser mal visto por sus propios ojos, hablar en buenos términos es abrir una puerta que no se quiere cruzar, es redescubrir como nuevas las viajas palabras de la madre.

 Un caballero se comporta delante de una dama, de acuerdo con sus intereses, necesidades y circunstancias. Aunque caiga en su propia trampa, despechado pero enamorado dispuesto a amar y a darlo todo.

 La época en la que vivimos atrofia el deseo, debido a las ganas del momento, bombardeados por miles de propuestas que nos alejan de lo que queremos. Por ejemplo, los jóvenes con el teléfono siempre en la mano buscan y miran, pero no se detienen a pensar. El hacer se convierte en una ilusión, por quejarse continuamente, sus lamentos le adormecen el alma. He aquí el riesgo de que la existencia se convierta en una ilusión.  

 Gracias a Dios, hemos sobrevivido a la incapacidad de amar, la única solución posible a esta paradoja son las palabras.

 

JoseFercho ZamPer

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