Es hora de filosofar.

“Quien nunca cambia de opinión, nunca cambia nada.”

Forzados a cambiar.
El mundo estaba acostumbrado a mirar de reojo cuando se trataba de la necesidad del otro, pero en los últimos días las cosas están cambiando.

Alguien llegó a cambiarlo todo, y de repente el petróleo bajó de precio, la contaminación se estancó, el tiempo libre se cuadruplicó hasta el punto de tener tanto que, ya aburre. 

De repente el trabajo dejó de ser la prioridad, el hogar pasó a ser el centro de encuentro de toda la familia; y comenzamos a entender el valor del amor, la fe y la solidaridad.

Hoy alcanzamos a vislumbrar que todos navegamos en el mismo barco, ricos y pobres, con los mismos temores y miedos. 

Los hospitales públicos y las clínicas privadas están en la misma ecuación, la salud privada y la publica se están fusionando pues el dinero no lo cura todo, y los seguros médicos ya no impiden las enfermedades. 

Los aviones privados ya no viajan a las grandes ciudades del mundo en busca de satisfacer los caprichos de sus dueños, los carros nuevos y los viejos están parqueados, tanto en las concesionarias como en las casas. Y al parecer, ninguno tiene afán de venderlos ni comprarlos. En unos pocos días el universo se alineó a favor de las personas, no de las clases sociales ni de las cosas. 

- El miedo nos invadió a todos por igual-, haciendo notoria la vulnerabilidad del ser humano. 

El universo decidió meter la mano en el desorden humano, haciendo un llamado de atención por el estado de abandono en el que habíamos caído, olvidados por completo del valor de la familia, del hogar, del prójimo, y de la naturaleza, peor aún, el valor de la espiritualidad.

Somos parte de un todo, y la parte más frágil, más vulnerable. 

Al ordenar la cuarentena, el presidente avivó los temores de un pueblo en conflicto consigo mismo con grandes signos de debilidad. La fortaleza de los hombres se llenó de miedo, y el descontento se refleja en una crisis muy profunda bajo tensión.

El virus bloqueó al mundo, y la crisis hace temblar a la humanidad. La amenaza estaba agazapada en los laboratorios, y salió a cambiarlo todo. 

Sin rostro ni figura reconocible, como un oscuro terrorista, escondido quizá en una populosa ciudad envuelto en una nebulosa; ha puesto en jaque a gobiernos que se consideraban poderosos.

La economía está en su momento más crítico, despertando en muchas personas sus temores más antiguos; “el hambre”. 

Las costumbres de los humanos deben ser modificadas de manera sustancial. De este trance quedaran muchas memorias literarias de un estado de excepción.

En un abrir y cerrar de ojos la vida nos puede cambiar, trastocando las agendas de las personas, y se extiende sobre el planeta mostrándonos las debilidades y fallas, frenando la globalización.

Las enfermedades causadas por los virus han matado más de 50 millones de personas según algunas estimaciones. Se destruye la selva tropical, se construye en lugares inapropiados, talamos árboles, capturamos los animales que viven en los bosques, así, hasta los virus se quieren desquitar de los humanos. 

Si los gobiernos fueran claros y diáfanos, quizá todo sería más simple. 

Hoy un virus tiene en la cuerda floja a gobiernos tan arrogantes como a los más sencillos, igualmente a las personas. Ricos y pobres nos encontramos en las mismas condiciones ante la enfermedad, “todos debilitados por la epidemia”.

Los besos y los abrazos cada vez se hacen más esquivos, un rasgo cultural que, podría desaparecer. Cuanto mayor sea el miedo, peor será el impacto. Las fábricas y oficinas paran, las tiendas están vacías, en el escenario más optimista.

Huir de uno mismo es lo más difícil, uno siempre viaja con uno mismo.

“La epidemia nos llega justo a tiempo”, pues, vivíamos en una ilusión temporal, por no afrontar el hecho de que éramos infelices. Basados en la sensación irreal sobre la gravedad real de lo que nos asusta; “La crisis del miedo que está siempre presente”.

Las comunidades religiosas tienen que modificar sus tradiciones.
  
Los fieles intercambiaban abrazos y besos, o los típicos apretones de manos, esas son las costumbres que quedaron prohibidas para prevenir la propagación del coronavirus en las congregaciones. 

Ya muchos líderes de religiones están modificando esas prácticas y reacomodando los servicios en los diferentes templos. Ya se ofrecen servicios en línea y en televisión. Las peregrinaciones y encuentros de las multitudes se suspendieron temporalmente, ya las iglesias están vacías. 

El papa Francisco está dando sus homilías a través de una transmisión en vivo. “Hacemos esto para que la concentración cercana de personas no propague el virus”, dijo el pontífice el domingo. Rezó por los que sufren el brote y por aquellos que los están ayudando. Mientras tanto, las iglesias en muchas ciudades del mundo suspendieron sus servicios de preparación de la semana santa, y lo están haciendo en línea o en la televisión local.

Las personas deben participar más de otras formas de reunirse, como en grupo familiar, las células de oración, grupos pequeños y redes sociales. “La sensación de pánico genera demasiada alarma entre la gente, hay muchas cosas que podemos hacer dentro o fuera de la iglesia”.

Dado el brote en algunas comunidades, se están tomando decisiones para determinar si se suspenden o se eliminan por completo. En otras partes del mundo, las comunidades están llevando las cosas un paso más allá. Existen otras formas de adoración a Dios, que aún están disponibles para los feligreses.

Las autoridades del país también han aconsejado evitar las reuniones masivas.

Más cambios pueden venir, pues el Coronavirus muestra nuestra fragilidad.

La propagación del Covid-19 es una muestra de lo vulnerable que puede ser la humanidad, sin importar su condición social o su lugar de origen. El asunto es que, de alguna manera los humanos necesitamos de este tipo de eventos para hacer conciencia de nuestra realidad frente a la muerte y a nuestra total fragilidad frente al universo y a las fuerzas de la naturaleza.

Un pueblo conforme, obediente y disciplinada solo podría ser real bajo un estado de catalepsia múltiple. Indudablemente la explosión demográfica está acelerando un frenético proceso de urbanización e industrialización los cuales están destruyendo el mundo. Ese proceso no solo ha llevado a que los seres humanos invadan abruptamente espacios vedados de difícil acceso y sostenibilidad, sino que, están devorando especies hasta su extinción. 

Este fenómeno no es solo de personas pobres y marginales, también lo es de gentes con alto nivel económico que viajan en avión y cruceros de turismo. Es decir, por la globalización muchas, empresas y empresarios se han apoderado de tierras y de personas para sacar avante sus proyectos expansionistas sin importar si son selvas o montañas, libres o esclavos, policías o ladrones a quienes han tenido que corromper o matar con tal de obtener su cometido. Dicho fenómeno va a seguir presentándose mientras se mantenga el modelo de desarrollo que actualmente impulsa el capitalismo a nivel global.

El reto es reflexionar.  
El coronavirus va a tener consecuencias socioeconómicas muy fuertes y sobre hábitos y costumbres.  

¿Conviene dejar de lado las expresiones de cariño entre amigos y familia, como los besos y los abrazos, o darse la mano? Yo digo que no, excepto que se esté enfermo. La diferencia entre la precaución y la paranoia es muy sutil. 

Es mejor no "amucharse" en los ascensores, para que no se mezcle el pánico con el miedo, además de las informaciones falsas que circulan en las multitudes. Pero, todo depende más de la persona, hay quienes se marean fácilmente, se dejan llevar por las malas noticias, y se los come la paranoia.

Hagamos de la necesidad una virtud. 
Hay hábitos que son difíciles de modificar, pero hay que intentarlo con personas que están al borde de un ataque de pánico.

El amor está en el aire, el virus no. No besar, no tocar ni acercarse demasiado sería morir de desamor, pues quién que ama no da un abrazo y un beso a sus seres queridos. El temor al contagio del coronavirus llevó a la humanidad a cambiar el estrechón de manos por un toquecito con el codo. Es una paradoja, pues el hombre debe ofrecer su mano limpia a la gente.

Es tiempo del teletrabajo.
Quizás esta tendencia esté aquí para quedarse, y este momento sea el empujón que necesitaba para afianzarse.

La xenofobia.
Este puede ser el comienzo de un mayor compromiso para combatir este fenómeno. En el mejor de los casos, podrá aportar una valiosa experiencia para afrontar fenómenos similares en el futuro. La xenofobia es un asunto serio, hay muchos migrantes en los países vecinos, y a pesar de los enormes esfuerzos que se hacen a diario en el mundo, nada parece ser suficiente.

"Estamos pasando por una economía de guerra"
Hay grandes brechas entre ricos y pobres en el acceso a los servicios de salud mundial. 
Los más pobres carecen de una cobertura en salud. El duro golpe a la economía mundial nos afecta a todos por igual, porque el coronavirus no desaparecerá solo, hay que derrotarlo. Y no es solo el confinamiento y ya. Se requiere de los esfuerzos de toda la población, el gobierno y demás entidades público-privadas del mundo económico y de la salud. 

El confinamiento es esencial para evitar la propagación del virus, pero esto significa que casi nadie sale a trabajar por tanto no se generan ingresos, y esto nos está llevando a la ruina económica a muchas personas; pues, quien no trabaja, no come.

Debemos enfocarnos en el ahorro, enfocarnos en lo que se debe hacer y nada más, porque no sabemos mañana como seguirá la economía. Es hora de hacer lo que hay que hacer y no lo que otros deseen. Necesitamos “todas las manos disponibles” porque lo que vemos desde una perspectiva estrictamente económica, parece un suicidio. Estamos, en cierta forma, desarmando el sistema económico actual, ¿vamos a poder volverlo a montar como estaba? Yo creo que no, pues se han roto las cadenas de valor.
Hay expectativa de que esta crisis sea temporal. La verdad es que hay aspectos de la economía que, efectivamente, van a ser muy difíciles de recuperar, por lo que, hay que repensar la economía desde otras perspectivas, en busca de una especie de autosuficiencia sobre todo alimentaria, pues esto se parece más a una economía de guerra.

Es posible que el coronavirus acabe con la globalización, o al menos va a ser distinta.

Esta crisis hará que se reevalúe el asunto de la globalización y se busque un modelo mucho más sostenible en busca de la autosuficiencia regional, en la producción y en el consumo.

Con seguridad esta crisis incrementará el número de pobres en el mundo, una gran cantidad de gente se quedará sin empleo y sin ingresos. Se les pide que se laven las manos, pero no hay jabón.

Lo que se ve venir es una recesión económica a nivel mundial, la informalidad tiene jodidos a mucha gente.  

El planeta está enfermo, los océanos y los ríos contaminados, los bosques devastados, y la gente sin trabajo, mucho menos dinero. Entendemos que son tiempos difíciles, el impacto del coronavirus es de suponer, las calles desoladas y vacías.

“La informalidad nos mató”. ¿Quién está preparado para una crisis así?

Las debilidades se ven a primera vista, estamos en una turbulencia muy grande, y el problema es que nos cogió con los calzones abajo.  

Las tendencias de consumo cambiarán en el sector del turismo, la futura generación de turistas debe contribuir con el cuidado del entorno natural. O nos unimos o nos jodemos. Las autoridades deben propender que la vida vuelva a la normalidad y evitar el uso excesivo de emergencia para regular indefinidamente la vida cotidiana.

La pandemia cambió la forma de vivir de las personas en las grandes ciudades. El encierro deja al desnudo un montón de miserias en la sociedad. El coronavirus no solo cambió nuestra rutina, también nuestros hábitos alimentarios. La vida ha cambiado drásticamente en los países donde el coronavirus se ha proliferado. Las personas se tienen que adaptar a nuevos hábitos.

¿Cómo son ahora los velorios y los entierros?  
Morir por coronavirus es rápido y doloroso, su despedida será ligera y amarga.
Este mal nos golpea día a día, y en lo que más nos duele, y en todos los aspectos de la vida, como de la muerte. “Ya puedes rezar, que tarde o temprano en polvo te convertirás”. Esto lo resume, todos nos vamos a morir de algún mal, algún día.

Antes se les hacia todo un ritual a los muertos, un velatorio, una caravana al cementerio o al crematorio. Pero todo esto, ya no es posible. Ahora, el servicio es lo más sencillo posible, hay guardas para controlar el ingreso y egreso de quienes dan su último adiós. Hasta los refranes perdieron validez. Ir al cementerio a dejarle flores a los muertos quedó prohibido, muchos menos quedarse vagando por ahí.

La Ruta del Conflicto.
La ciencia ha mostrado evidencias de la relación entre la aparición de nuevas enfermedades y la devastación de los ecosistemas. Este año para el Medio Ambiente es un ‘Súper año’ para la biodiversidad. 

Nunca en la historia de la humanidad los ecosistemas se habían alegrado tanto como lo están hoy, porque no hay quien los perjudique. La ciencia ha dicho que: si no se toman acciones, el cambio climático "va a generar dolor y sufrimiento humano parecido al que estamos viviendo ahora". Y añade que "es una profecía que está muy bien documentada por la mejor ciencia disponible en el mundo".

“Parte de lo que viene experimentando el mundo en los últimos años con presencia de nuevos virus, mutaciones, enfermedades o nuevos vectores de enfermedades en lugares donde no existían, es el resultado del aumento de la temperatura, de la pérdida de los ecosistemas y del comercio de vida silvestre para fines domésticos”.

El responsable del contagio no es otro que el ser humano. El uso de la tierra para la expansión de la frontera agrícola, así como el asentamiento de ciudades, "han hecho que el hombre llegue a sitios donde antes no llegaba". "Está perfectamente documentado que están cambiando los patrones de distribución de los organismos que transmiten estas enfermedades".

Existe una interconexión entre el ser humano y sus acciones con todos los organismos que habitan la tierra y los elementos que la conforman.

 La industria aeronáutica mundial está en tierra, innumerables negocios y fábricas están cerradas y miles de millones de personas se han visto obligadas a quedarse en casa. “La demanda está apagada, de manera muy dramática en muchas partes del mundo”.

En este oscuro rincón, el mundo se sorprende con el colapso de los mercados, las señales lo dejan ver. “El problema es que nadie quiere ser el primero en quebrarse”. La vida permanecerá suspendida durante este colapso, sin la mala fe de muchos.

Es un momento desesperado en la historia del hombre en la tierra. La reclusión de una ciudad silenciosa y cautiva, frágiles y ocultos tras una colcha de retazos, nos mostramos blandos a la hora del fracaso. 
Me imagino a mí mismo dentro de unos días, junto a la fugacidad de la vida, mirando el futuro con más ganas que todo mi pasado, navegando en las aguas profundas de mi mente activa por el tiempo de la peste en nuestras vidas.

Fácil fue para un virus develar el espejismo de seguridad y de control en el que vivíamos, es realmente humillante que algo tan pequeño e invisible y casi muerto, pusiera en jaque mate al planeta. Con tanta sapiencia la raza humana, y tanta tecnología, aun se desconoce su origen y su debilidad. Estamos comiendo de nuestro propio cocido, espero que aprendamos al menos algo de humildad de esta situación.  

Intentemos al menos encontrarnos a nosotros mismos. 
Convivir de verdad con la pareja hoy, era todo un reto. Soportar la soledad, peor aún. Manejar bien el tiempo, una odisea, convivir con los hijos, una utopía. 

Andábamos demasiados ocupados haciendo nada, ahora tenemos una oportunidad única para vivir el día. Para hacer amigos en casa, para llenarnos de familia, para discernir y hacer lo esencial, lo útil, lo que en verdad nos haga mejores personas.

 “La riqueza de las naciones” le dio paso al Capitalismo Salvaje, dejando en la calle “los sentimientos morales”; por la avaricia humana.

“La armonía del mercado” esta movida por una “mano invisible” la cual concatena todo, la oferta y la demanda, la producción y la distribución, los precios y los costos, etc.

“Pero esta crisis nos recuerda que, si no se está atento, el mercado puede salirse de control; y si solo se favorece a los favorecidos, la prosperidad, se acaba”.

Si el mercado queda en las manos de quienes no tienen sentimientos morales, el mundo entero se resquebraja hasta reventarse por la avaricia humana.

Esta guerra invisible ha llevado a la humanidad a cortarle el suministro de oxígeno a los que menos respiran, porque su sistema de salud expiro en los brazos del capital privado, haciendo de la salud un negocio lucrativo para unos pocos, y dejó sin camas para atender a sus pacientes. Las consecuencias ya se están sintiendo. 

La crisis del coronavirus ha puesto en aprietos a los gobernantes del mundo, fracturando la economía, la bolsa de valores se ha desplomado en estos últimos tiempos.

Con una falsa concepción de libertad y seguridad del ser humano, se han dejado abiertas muchas puertas por donde se han colado muchos enemigos. Estamos entre la espada y la pared frente a muchas situaciones complejas en este mundo.

Es necesario inventar un nuevo sistema económico en el que el ser humano - y no el dinero - sea el valor central; un sistema en el que se privilegie la circulación de la riqueza y no la concentración de esta.
El encierro nos está haciendo pensar, leer, descansar y otra gran cantidad de cosas que antes no se habían hecho en serio. El mundo está a la espera de que se restablezca la normalidad, esa normalidad que nos ha llevado a este caos en el que nos encontramos. El ciudadano común se pregunta por qué los gobiernos con tanto poder que dicen tener, ¿no han podido con algo así?

La normalidad no volverá, pues “la normalidad era el problema” pero estará de pie para lograr un cambio que nos ayude a todos. Mientras haya un suspiro de vida, y los ojos estén abiertos y en contacto con este mundo, hay esperanzas.

En verdad ningún extremo es bueno, éramos tan insensibles que no nos habíamos dado cuenta que nos estábamos destruyendo, hasta que un enemigo invisible nos dijo alto o de lo contrario no quedara nada ni nadie, deben quedarse en sus casas para que analicen y reflexionen que vale más la vida que el dinero, porque este virus no ve condición social, ni raza, ni edad, ni sexo, reflexionemos y tratemos de ser mejores después de esta pandemia que afecta al mundo.

Es una clara realidad que el coronavirus llegó a atacar a la gente sin distinción de raza, credo o situación económica, y nos tiene a todos con gran incertidumbre. Las consecuencias nefastas de este modelo económico, nos ha esclavizado a todos en beneficio de unos pocos, y nos hace reaccionar de manera inesperada, la mente no deja de analizar las pocas posibilidades existentes. 

Fracasar sin hacer ningún esfuerzo por mejorar la situación, genera impotencia. Hagamos un experimento mental, pensar en el futuro, quizás estos días nos enseñen que tenemos una capacidad de cambiar, mayor de lo que imaginamos. 

No hay una verdadera motivación para hacer lo que nos toca, la educación, la salud, y el trabajo para toda la humanidad se han quedado en el solo querer de los gobiernos. Y el mundo seguirá girando.

Nuestros recuerdos son alucinatorios y lejanos, la ciudad ha desaparecido bajo la soledad de los que se esconden. Me imagino el futuro. Nadie habría pensado jamás que pudiera ocurrir algo así. ¿Acaso volarán menos aviones en el cielo? Esto sería algo realmente genial.

Llevamos siglos viendo los estragos causados por las enfermedades infecciosas, y sus efectos sobre las ciudades parecen curiosamente los mismos. Es mentira o ignorancia pura y dura. Somos como visitantes de otro planeta, social y psicológicamente propensos a sentirnos perdidos en estructuras sociales.

Nuestros cuerpos y nuestras mentes fueron modelados a lo largo de miles de años para vivir en comunidades muy cohesionadas, en los que malvivimos con toda clase de malestares y sufrimientos repetitivos.

El producto de la desigualdad es la ruina de las relaciones sociales, una pandemia de enfermedades mentales, conflictos entre adolescente y una depresión terrible.

JoseFercho ZamPer

No hay comentarios.:

Publicar un comentario